Nieves Sánchez Guitián
Secretaria del Ilustre Colegio Oficial de Geólogos

Las ciencias geológicas son claves para entender la evolución de nuestra casa, el planeta Tierra donde habita toda la humanidad. Son claves para el conocimiento de los ciclos climáticos y para el uso del suelo donde la especie humana ha desarrollado su hábitat. Uno de los primeros recursos que utilizó el ser humano fue la piedra, para hacer fuego y para fabricar armas con las que poder cazar con más eficacia. Actualmente, necesitamos las denominadas Tierras Raras (muy escasas como su nombre indica) para poder fabricar componentes tecnológicos imprescindibles en nuestro desarrollo actual. Todo eso es geología.

Pero la geología es también establecer conocimiento para conquistar nuevos espacios del universo. Sin saber la composición de Marte y sus posibilidades de habitabilidad, no podríamos emprender proyectos con la mirada allí puesta.

Me gusta siempre hablar de Atapuerca como santuario de la paleontología. Echar una mirada hacia esos inicios nos ayuda a crecer como sociedad. Entender el papel de las abuelas me parece fascinante. La especie humana en algún momento logró tener tres generaciones simultáneas conviviendo. Eso mejoró la seguridad intrínseca de la especie, pues las abuelas consiguieron reducir la tasa de accidentes de forma relevante, y la eficiencia reproductiva aumentó. La aparición de la menopausia pudo ser una ventaja evolutiva, y es un proceso biológico sobre el que todavía existen muchas interrogantes.

Y también el conocimiento geológico resulta fundamental cuando queremos mejorar la resiliencia de una sociedad. Los riesgos geológicos deben abordarse para analizar la vulnerabilidad social y económica. Los terremotos, las inundaciones, los tsunamis, desprendimientos y deslizamientos, o el vulcanismo, y sus posibles efectos combinados con otros riesgos (véase rotura de presas o accidentes nucleares), suponen un indicador de un país, que se puede medir en costes económicos o en vidas humanas, y que deberá en todo caso disminuir para conseguir el progreso social deseado.

Pero, además de todo eso, las ciencias geológicas encierran toda una filosofía propia. La geoética nos habla de aspirar a un alto estándar ético en geociencias que promueva el desarrollo sustentable y respetuoso con el sistema Tierra y sus habitantes. Además de los principios deontológicos de honestidad, integridad, secreto profesional, competencia leal, etc., compartidos con otras profesiones, la geoética establece otros propios en los que debe basarse el comportamiento de los profesionales de la geología. Dichos principios son cuatro: (1) el de cautela o precaución, cuando hay posibilidad de riesgos; (2) el de sostenibilidad, aplicable al desarrollo socioeconómico y con perspectiva global; (3) el de geoconservación, que busca mantener el patrimonio geológico no renovable, como son afloramientos o fósiles únicos; y (4) el de seguridad humana, según el cual los profesionales deben aportar todo su conocimiento y experiencia en la prevención y mitigación de riesgos geológicos, buscando la seguridad de personas y del medio ambiente, incluyendo el deber de informar a las autoridades y a la sociedad con seriedad y rigor científico.

En todo ese debate ético la geología aporta como ciencia una perspectiva única, tanto en el espacio como en el tiempo. En el espacio, el conocimiento geológico no entiende de fronteras administrativas, y es una ciencia que parte de una premisa global en su concepción del mundo. Estamos todos en un mismo espacio físico, y lo que esté ocurriendo en un lado del planeta podrá tener su efecto en otro lugar de éste. Y, por otra parte, el tiempo es la gran dimensión en la que nos movemos quienes entendemos la geología. Cuatro mil quinientos millones de años (4.500.000.000) han dado lugar a la especie humana, que está ahora creando el Antropoceno. La escala humana resulta tan limitada que solo una visión intergeneracional tiene cabida en la dimensión temporal geológica. En ella no cabe el efecto individual egocéntrico, sino que se requiere de un proyecto colectivo, que abarque a toda la humanidad, presente y futura, con un objetivo a muy largo plazo, y en equilibrio con la naturaleza.

La ciencia es fundamental para generar un cambio en la visión ególatra, y la cultura geológica se me antoja imprescindible para ello. Mi mantra “menos ideología y más geología” sería la pócima que recomiendo para esta nueva sociedad del conocimiento en la que ya estamos.

Con espíritu de emprendimiento debemos crear empresa común, con el objetivo de facilitar ese cambio necesario. Se requiere valentía, apertura de ideas, y creación de sinergias, esto es, derribar fronteras o líneas rojas que hemos trazado creyendo que eso ponía orden. Realmente, hemos creado “silos” y hemos quitado creatividad al sistema.

Para invertir la situación debemos dar mayor importancia a la formación integral del ser humano como parte de su comunidad, a su autoestima, autonomía, al trabajo en equipo, a la solidaridad, y al gusto por la innovación, y estimular la investigación y el aprendizaje permanente, entre otras cualidades. Y, además, tener un enfoque algo disruptivo, lo cual se consigue fomentando la discrepancia como un valor positivo. El cambio de modelo educativo resulta imprescindible para que, desde edades tempranas, se aprenda a emprender. Si antes no se han asumido determinadas actitudes y aptitudes, resulta más difícil hacerlo después. 

Y todo ese cambio de paradigma no podría hacerse sin la visión femenina del mundo. Las mujeres debemos participar aún más en la creación de esa nueva sociedad, poner nuestras cualidades a disposición de ese proyecto que podríamos titular BOMBERAS GEOÉTICAS (realmente venimos a salvar un mundo que necesita una nueva visión ética). El objetivo sería poner en marcha ideas para hacer del mundo un espacio más saludable, más justo y más democrático. Y eso no puede hacerse sin contar con el vector de tracción XX.


Imagen de sergei akulich en Pixabay