Acerca de “los primeros fósiles terrestres” y la búsqueda de vida en Marte

La revista Nature acaba de publicar un nuevo estudio que pretende romper los moldes temporales en cuanto a la datación de la actividad biológica más primitiva de nuestro planeta.

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Figura 1: Tubos de hematites hallados en los depósitos de las fuentes hidrotermales que representan, según los autores del reciente artículo, los microfósiles más antiguos de la Tierra. Créditos: Matthew Dodd

La geología está siendo una disciplina fundamental para comprender e interpretar los paleoambientes y las condiciones de habitabilidad en nuestro planeta y para la extrapolación de los resultados y modelos obtenidos a la búsqueda de vida más allá de la Tierra. En este sentido, Marte es, sin duda, nuestro primer gran objetivo en el sistema solar.

Pero, como decíamos recientemente, no es lo mismo vida que habitabilidad y estos dos conceptos, aunque están relacionados no deben confundirse, especialmente cuando abordamos investigaciones astrobiológicas tanto relacionadas con el origen de la vida como en su exploración extraterrestre.

En los últimos años se han publicado varios estudios en revistas de alto impacto, fundamentalmente geológicos, con una importante componente mineralógica, petrológica  y geoquímica, sobre el origen de la vida en la Tierra, que profundizan en los primeros momentos de aparición de la vida en nuestro planeta y en su detección. No es fácil reconstruir estos primeros pasos y constituye un reto científico y tecnológico abordar este tipo de investigaciones, que requieren inferir muchos aspectos aún desconocidos, tanto sobre la geodiversidad de ambientes como en cuanto a los posibles microorganismos involucrados.

La revista Nature acaba de publicar un nuevo estudio que pretende romper los moldes temporales en cuanto a la datación de la actividad biológica más primitiva de nuestro planeta

La revista Nature acaba de publicar un nuevo estudio que sugiere retrotraernos aún más en el tiempo en relación con las fechas actualmente aceptadas para la aparición de los primeros organismos. Según Dodd et al (2017) estaríamos ya entre los 3.770 y los 4.290 millones de años, cuando la Tierra se encontraba muy cerca de sus etapas geológicamente más convulsas. Para ello, los autores han estudiado en detalle rocas sedimentarias ferruginosas, interpretadas como precipitados hidrotermales submarinos relacionados con emisiones en el cinturón Nuvvuagittuq, en Quebec, Canadá. Es incuestionable que se trata de un estudio que pretende romper los moldes temporales en cuanto a la datación de la actividad biológica más primitiva de nuestro planeta. Además, la asignación a ambientes hidrotermales submarinos no es algo nuevo, aunque sí lo es la edad que sugieren.

Se trata de un estudio muy interesante pero también muy controvertido, ya que no ofrece de manera clara e inequívoca que existan compuestos orgánicos procedentes de la actividad metabólica de microorganismos

Las evidencias que se presentan en relación con la vida antigua se basan sobre todo en la realización de analogías morfológicas de tubos y filamentos con paragénesis mineralógicas (principalmente jaspes, hematites, carbonatos, apatito y grafito) y en el análisis y caracterización de sus características geoquímicas e isotópicas singulares.En cuanto al origen biogénico o no de los hallazgos, los propios autores consideran plausible la existencia de procesos abiogénicos que pudieron generar estas morfologías (aunque los desestiman). Se trata de un estudio muy interesante pero también muy controvertido, ya que no ofrece de manera clara e inequívoca que existan compuestos orgánicos procedentes de la actividad metabólica de microorganismos.

En la investigación no se han encontrado restos de microorganismos ni tampoco de biomarcadores (en su definición estricta y clásica). Por ello, debemos ser especialmente cautos y rigurosos al abordar estas temáticas, al utilizar el término fósil y al establecer conclusiones que vayan más allá de los geomarcadores ambientales detectados. Desde el punto de vista astrobiológico, para la búsqueda y detección de vida en Marte u otros cuerpos planetarios, tampoco constituye un trabajo definitivo. Si se encontrara esto mismo en el planeta rojo, no sería una evidencia suficiente para confirmar que se habría encontrado vida.

Referencias

Matthew S. Dodd, Dominic Papineau, Tor Grenne, John F. Slack, Martin Rittner, Franco Pirajno, Jonathan O’Neil, Crispin T. S. Little. Evidence for early life in Earth’s oldest hydrothermal vent precipitates. Nature, 2017; 543 (7643): 60 DOI: 10.1038/nature21377