Este mes de noviembre, la ex-ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, y actual embajadora de España ante la OCDE recibió el premio Duna 2008, en su 22 edición, concedido por el Grupo Ecologista Mediterráneo como reconocimiento a su consecuente y comprometida defensa de los valores medio ambientales de Almería. Como se menciona en la noticia, el premio lo ha recibido por la toma de decisiones importantes, como los deslindes en cumplimiento de la Ley de costas, cambiar la política hidráulica con la derogación del Trasvase del Ebro y la potenciación de alternativas como la desalación, y específicamente, en Almería, por hacer frente a la construcción de la inmensa mole del Hotel “El Algarrobico”, símbolo, muy a su pesar de los promotores, de la especulación urbanística y el escaso respeto a los valores paisajísticos y medioambientales.
Su actuación frente al Ministerio de Medio Ambiente y la imagen de esa mole de cemento y hormigón, amenazada de derribo, me recuerda, salvando las distancias y el posible mensaje subyacente, al arquitecto Howard Roark, personaje de ficción encarnado por Gary Cooper en la película de King Vidor “El manantial”, del año 1949, basada en una novela de la escritora Ayn Rand, escrita en 1943.
La película es una reflexión sobre la importancia del yo-creador y del mantenimiento de las convicciones de uno mismo, de creer y ser responsable de sus propios actos, y de no asumir aquello en lo que uno no cree, aunque ello pueda suponer el ostracismo profesional. Howard Roark, arquitecto y librepensador, no hace caso a quienes pretenden dirigir su carrera y sus diseños, y lleva hasta el final la defensa de sus principios, volando un edificio que no se ha construido como él lo había diseñado, porque no habían respetado su creación y sí vulnerado su obra. No es el hecho de la destrucción por capricho, sino del respeto al trabajo y a la concepción que un profesional tenga de aquello para lo que trabaja. Como dice el arquitecto en el magnífico alegato final durante el juicio, su integridad es su única bandera.
El paralelismo entre ambos personajes, el real y el ficticio, resulta evidente. Howard Roark y Cristina Narbona, son dos personas que mantienen sus convicciones, pase lo que pase y a quién le pese, y no traicionan sus principios, haciendo caso omiso de la famosa frase de Groucho Marx: “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”.
Baste para comprenderlo una simple foto de la evolución del litoral mediterráneo español, o la necesidad de modernización de la ley de aguas.
El premio es el reconocimiento a la defensa del medio ambiente, pero también al mantenimiento de sus principios, hasta el final.