Adiós al libro de visitas, adiós a un instrumento de control sobre las empresas que contaba con 110 años de historia. Y es que corría el 4 de marzo de 1906 cuando fue aprobado por el Ministerio de la Gobernación el primer reglamento para el servicio de inspección de trabajo, que obligaba a que en todos los centros de trabajo existiera un libro de visitas. Hasta ahora, las empresas tenían que mantener un libro de visitas de la Inspección de Trabajo para anotar las incidencias de la actuación de cada funcionario. Por ejemplo, sobre aspectos de prevención de riesgos laborales o el cumplimiento de la normativa laboral.
A partir de ahora, será el inspector de trabajo -la administración- el único que esté obligado a registrar la visita y sus incidencias. «Utilizando libros electrónicos y sin que ello suponga imponer a las empresas obligación alguna para adquirir o diligenciar cualquier clase de libros o formularios para la realización de dichas diligencias».
«Se extenderá una diligencia por cada visita o comprobación, reflejando las materias o aspectos examinados y demás incidencias concurrentes, que deberá ser conservada por un plazo de cinco años», dice la orden ministerial. Lo curioso es que hasta ahora el inspector podía pedir a la empresa el libro de visitas con el fin de conocer qué trámites había hecho la propia administración en la empresa. Toda una paradoja que no tiene sentido en la era de la informática. El Gobierno estima que, en conjunto, con la reducción de esta tramitación, las empresas ahorrarán 700 millones de euros.