La ruptura del equilibrio en Las Tablas de Daimiel

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TIERRA Y TECNOLOGÍA Nº 46 | Autores: ALBERTO CELIS POZUELO. Museo Comarcal de Daimiel. actividades@museocomarcaldaimiel.es. ROSA MEDIAVILLA LÓPEZ Y ALMUDENA DE LA LOSA ROMÁN. Instituto Geológico y Minero de España r.mediavilla@igme.es a.delalosa@igme.es. JUAN I. SANTISTEBAN NAVARRO. Universidad Complutense de Madrid juancho@ucm.es. SILVINO CASTAÑO CASTAÑO. Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas Silvino.Castano@cedex.es | El Proyecto Paleo Tablas de Daimiel aúna historia y geología para comprender los cambios sufridos en el humedal en los últimos 300 años.

El Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel, situado en la provincia de Ciudad Real, en los términos municipales de Daimiel y Villarrubia de los Ojos (figura 1), es un humedal con una variada y rica diversidad en plantas y avifauna relacionada con el medio acuático. Dichos valores han justificado las medidas de conservación y las figuras de protección que intentan salvaguardar un espacio único en Europa. Parque Nacional desde el año 1973, está dentro de la Reserva de la Biosfera de La Mancha Húmeda, desde 1981, y es Humedal de Importancia Internacional para el Convenio Ramsar, desde 1982.

La evolución natural de este espacio está muy condicionada por las características de la cuenca hidrográfica, la complejidad geológica y la actividad humana. La historia de Las Tablas de Daimiel es el resultado de dichos factores que han modelado su paisaje actual. Por tanto, a los valores faunísticos y florísticos que atesora, habría que añadir un patrimonio geológico y cultural de primer orden del que siguen faltando estudios que lo pongan en valor.

Un humedal singular

Las Tablas de Daimiel es un humedal de ribera ligado principalmente al desbordamiento de dos ríos (Guadiana-Azuer y Gigüela) en la zona de descarga subterránea de un sistema acuífero de más de 5.000 km2, denominado Mancha Occidental (García-Rodríguez, 1996; Aguilera et al., 2013). Como todos los humedales mediterráneos, es un sistema peculiar y complejo (Álvarez-Cobelas et al., 2005).

De forma resumida, los procesos esenciales que han permitido la persistencia de la lámina de agua en el tiempo han sido (Álvarez Cobelas et al., 2001):

Aportes superficiales procedentes de los ríos Gigüela y Azuer, siendo los principales los del primero. Los aportes de ambos ríos eran estacionales e irregulares entre años, siendo además perdedores durante largos periodos (Esnaola y Martínez Alfaro, 1992). Eduardo Hernández-Pacheco (1932), por su parte, achacaba la irregularidad del Gigüela (entre 0 y 26,5 m3/s en el periodo 1925-1929) a la naturaleza impermeable de la cuenca del río, que no favorecía su regulación natural.

Aportes de aguas subterráneas, procedentes del río Guadiana y de múltiples “ojillos” y “ojuelos” que aparecían al sur de Villarrubia de los Ojos y en la propia zona húmeda. El río Guadiana nacía en los manantiales que drenan el acuífero de la Mancha Occidental, denominados Ojos del Guadiana, a unos 20 km al este de los límites del Parque Nacional. En datos procedentes de medidas de 1915 a 1932, la aportación media del Guadiana aguas arriba de su confluencia con el río Azuer era de 61 (Álvarez Cobelas et al., 2001) o 72 hm3/a (García Rodríguez, 1996), y para el periodo 1925-1929, a partir de Hernández-Pacheco (1932), se estimaba una aportación media del Guadiana de 68 hm3/a en Zuacorta (figura 1). En este mismo sector, Castro (1854) mencionaba el valor del caudal del Guadiana, en el primer aforo directo que conocemos, realizado a finales de junio de 1849, en 132,30 pies cúbicos, lo que supone 2.861 l/s (Díaz, 1897). Este valor es del mismo orden que el dado por Hernández-Pacheco (1932) como media de valores máximos del periodo 1925-1929. Por otro lado, García Rodríguez (1996) estimaba que, en condiciones naturales, la aportación anual del Guadiana a Las Tablas en Molemocho (figura 1) era de unos 100 hm3, de los cuales 20 hm3 procedían del Azuer y unos 10 hm3/año procederían de manantiales situados entre la confluencia del Guadiana y el Azuer y el Parque Nacional.

Retenciones de agua en los azudes de los molinos del Guadiana. Los azudes (o zúas en la terminología local) eran diques realizados para aprovechamiento hidráulico. Permitían estrechar el cauce y subir la cota para crear un salto de agua necesario para la obtención de energía hidráulica que moviera la maquinaria molturadora. Los azudes provocaban un mayor encharcamiento aguas arriba de cada molino (figura 1, en rojo).

La cantidad y la distribución espacial y temporal del agua que llega al humedal dependen tanto de la geología como, en última instancia, del clima, que es enormemente variable. Sin embargo, la regulación del agua y la existencia de determinadas especies vegetales están afectadas enormemente por la actuación humana. Por lo tanto, el análisis de la historia de Las Tablas de Daimiel necesita estudios multidisciplinares que integren las distintas técnicas de investigación para conocer su evolución, tanto en el espacio como en el tiempo.

Una historia también singular

Los sedimentos acumulados en Las Tablas de Daimiel registran las interacciones y cambios que se han dado a lo largo de la historia en este humedal. El estudio de estos sedimentos es el objetivo del proyecto de investigación CGL2011-30302-C02-01 del Plan Nacional de I+D+i titulado Reconstrucción paleoclimática y paleohidrológica del Alto Guadiana (Tablas de Daimiel) (resumido, Paleo Tablas de Daimiel), y en el que participan investigadores del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), del Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (CEDEX), del Museo Comarcal de Daimiel y de la Universidad de Alcalá (UA). Los datos del registro sedimentario, corroborados por fuentes historiográficas, han permitido estudiar la influencia de la actividad humana sobre el humedal. Se trata de un método en el que historia y geología confluyen para interpretar lo que ha ocurrido en este espacio geográfico.

Los geólogos de Paleo Tablas de Daimiel han demostrado que, durante el Cuaternario, las fluctuaciones del clima entre periodos glaciales e interglaciales determinaron cambios en el paisaje vegetal. Además del clima, la irregularidad del sustrato sobre el que se desarrolla (una zona de karstificación) y la lenta pero continuada subsidencia son otros elementos que condicionaron la historia del humedal. Concretamente, durante el Holoceno, el paso de sistema fluvial al humedal reciente es resultado del relleno de la topografía previa con la pérdida de pendiente y ensanchamiento del fondo de valle; su pervivencia es debida a que su fondo sigue hundiéndose. Con un mayor detalle, como el que se puede observar en los últimos 3.000 años, los cambios de menor escala temporal del clima (interanual a secular) controlan no sólo la extensión de la superficie inundada sino también los parámetros hidroquímicos y ecológicos del humedal y determinan su evolución.

Por otro lado, la historia de Las Tablas de Daimiel está íntimamente ligada a la de las gentes de su entorno. Esto ha sido una constante en la historia de la zona, con poca agresividad en tiempos remotos y la Edad Media y con mayor intensidad desde el siglo XVIII. Estas acciones han provocado la drástica transformación del medio y, como un ejemplo muy relevante de esa perturbación, el desarrollo de una zona no saturada que modifica sustancialmente la tasa de infiltración de las aguas en el humedal e introduce riesgos tales como la combustión espontánea de las turbas. Todo esto, junto con la alteración del régimen natural del agua que supone la construcción de infraestructuras hidráulicas y los bombeos que afectan al flujo subterráneo natural, hace que el ciclo hidrológico esté completamente modificado en la actualidad.

El estudio de los sedimentos acumulados en Las Tablas de Daimiel permite encontrar una interpretación coherente del pasado y el presente del humedal para afrontar problemas en el futuro. Las últimas síntesis a este respecto se pueden encontrar en Ruiz-Zapata y Gil-García (2012), Mediavilla et al. (2012) y Santisteban y Mediavilla (2012), que abarcan ámbitos temporales progresivamente menores y más próximos a la actualidad. En el último trabajo mencionado se deduce ampliamente la influencia de la actividad humana sobre la zona húmeda, dividiéndose para los últimos 3.000 años en tres etapas principales:

  • Una primera etapa que abarcaría grosso modo desde la conocida como Cultura de las Motillas (figura 2) hasta la época íbero-romana, caracterizada porque no existe modificación en el estado natural del humedal.
  • Una segunda etapa llegaría hasta la época de la Ilustración, donde existe cierta intervención aunque de baja intensidad con la construcción de azudes.
  • Y una tercera etapa, desde el siglo XVIII hasta la actualidad.

Es esta última etapa en la que se va a centrar el presente artículo. Se han distinguido episodios críticos en los que se han registrado e interpretado, a grandes rasgos, anomalías significativas en los sedimentos. Tienen lugar en la segunda mitad del siglo XVIII, la segunda mitad del siglo XIX, finales de la Segunda República y desde finales de los años de la década de 1960 hasta la actualidad. Este último episodio registra el cambio y degradación casi total del humedal.

Las primeras obras de desecación en la segunda mitad del siglo XVIII

El primer cambio de esta etapa se produce a finales del siglo XVIII según las dataciones de los sedimentos, y consiste en un brusco descenso del contenido en azufre de los materiales, acompañada de un descenso local del carbono orgánico y del polen de Chenopodiaceae-Amaranthaceae, y aumento promedio del carbono inorgánico (figura 5, en negro) (Mediavilla et al., 2012). Esta intensa anomalía es muy diferente a alguna otra detectada en la Edad Media en la que se observa, fundamentalmente, un descenso en la vegetación arbórea debido a la deforestación. Sin embargo, la anomalía del siglo XVIII es interpretada como un cambio severo en las condiciones ambientales internas, con un endulzamiento de las aguas del humedal y menor acumulación de material orgánico, que se puede interpretar como una mayor influencia de las aguas dulces frente a las salobres, junto con una menor capacidad de encharcamiento en el humedal.

La documentación histórica investigada permite comprobar que, efectivamente, en 1750, el ministro ilustrado de Fernando VI, el Marqués de la Ensenada, encarga al ingeniero militar Manuel de Navalcerrada que inicie las obras para conseguir evacuar las “inundaciones” que se producen desde los Ojos del Guadiana hasta el Puente de Nolaya (Picón) y que incluye la superficie actual de Las Tablas de Daimiel (Celis et al., en prensa, a).

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El objetivo de Navalcerrada era mejorar el rendimiento de los molinos del Guadiana aumentando la corriente y desecando las tablas fluviales formadas por los ríos. Por otro lado, quería incrementar la producción agropecuaria. Ensancha y limpia la madre del Guadiana hasta su álveo y realiza dos zanjas de drenaje en el río Gigüela (figura 3). Además, derriba el azud del molino del Navarro (figura 1) y lo sustituye por un largo puente con arcos que deje pasar el agua. A su vez, rompe el azud del molino de La Parrilla y el del molino de La Dehesa (más adelante conocido como La Máquina) (figura 1). En los restantes molinos baja el nivel del suelo y construye aliviaderos sin compuertas en los azudes para evacuar el caudal sobrante. Asimismo, establece una nivelación de las aguas a respetar en cada molino. Por tanto, el año 1750 es un punto de inflexión en la historia del Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel.

A partir de entonces se sucederán diversos proyectos de desecación para modificar el estado naturalizado del humedal, constituyendo una demanda tradicional durante la Edad Contemporánea. La formación de tablas fluviales no se entendía como un humedal, sino como inundaciones provocadas por el abandono y la falta de obras en los ríos.

Cambios en la segunda mitad del siglo XIX

Según el registro sedimentario, a partir de la segunda mitad del siglo XIX se produce una entrada notable de material siliciclástico (Al) que irá aumentando hasta finales del siglo XIX. Coincide con un aumento en el polen de herbáceas, sobre todo Cerealia, y un descenso del de arbóreas y arbustivas y de Quercus (figura 5, en rojo). Todo apunta a una removilización del suelo y una degradación de la cobertera vegetal relacionada con una expansión de la agricultura en torno al humedal.

El estudio de las fuentes documentales ha permitido comprobar que durante este periodo se produjo una importante obra de desmonte y roturación en ambas márgenes del río Guadiana hasta su entrada en Las Tablas de Daimiel y en toda la margen izquierda del actual Parque Nacional. La parte sur es más fértil que la norte merced a la influencia de las aguas dulces del Guadiana, con un suelo en condiciones más aptas para el cultivo (Celis et al., en prensa, b).

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Durante el siglo XIX se produce la deforestación de gran parte de la dehesa que rodeaba al humedal; sobre todo tras la llegada del ferrocarril a Daimiel en la década de 1860, que abrió la posibilidad de que los productos agrícolas llegaran al mercado nacional. Sería a partir de esa fecha cuando el esfuerzo roturador fue mayor. La zona permitió acometer con seguridad una inversión agrícola. Tierra virgen y fértil, pastos para el ganado mular encargado del desmonte y la labranza de las tierras; agua en abundancia que permitía suelos húmedos prácticamente todo el año. Las nuevas tierras puestas en cultivo fueron dedicadas, principalmente, al cereal. Aunque la vid y el olivo comenzaron a avanzar en el entorno del humedal, es el cereal el cultivo predominante, como muestra el registro sedimentario.

La otra importante anomalía registrada en los sedimentos durante esta época se debe a un aumento notable del polen de plantas propias de humedal que indica un incremento de la superficie encharcada a finales del siglo XIX, ocasionada por la reconstrucción del molino del Navarro en la década de 1860. Este molino estaba situado en la salida del río de Las Tablas tras la confluencia del Gigüela con el Guadiana (figura 4); una zona donde al producirse un estrechamiento natural, cualquier obstáculo contribuye al encharcamiento aguas arriba. Efectivamente, hoy también se puede comprobar que cuando el caudal es importante las barreras que impiden el flujo aguas abajo puede provocar un flujo aguas arriba y aumentar el encharcamiento, tal como sucede en las actuales presas de Puente Navarro y El Morenillo (figura 1) (Castaño et al., 2014).

La puesta en marcha de las piedras del molino contribuyó a la recuperación del humedal. Coincidió, además, con un periodo que se puede calificar de húmedo dentro de los ciclos del clima mediterráneo. Por otro lado, su buen estado pondrá de moda el lugar en Madrid entre los cazadores de aves acuáticas y entre los amantes de la naturaleza (Moral, 2013).

No obstante, el Estado liberal promovió la desecación de humedales. Las zonas pantanosas eran vistas como lugares insalubres y causantes de los brotes de paludismo o de fiebres tercianas. Hasta bien entrado el siglo XX, no se conoció que era un parásito transmitido al hombre por el mosquito Anopheles el causante de dichas afecciones y la enfermedad se relacionó con la putrefacción de las aguas estancadas y la contaminación del aire (Rosado, 2011).

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El paludismo fue en aumento en Las Tablas de Daimiel a medida que se incrementaba la densidad demográfica y la presión agrícola en el entorno, sobre todo en verano durante la siega, la época en la cual más se estancaba el agua con el estiaje de los ríos y más mosquitos había en el humedal.

Por otro lado, el Estado quiso jugar un papel activo en la economía e intervenir decididamente en el fomento de la agricultura. La estrategia fue poner los bienes públicos en el mercado con el objetivo de conseguir un mayor crecimiento económico. El Estado liberal apoyó los proyectos de canalización de ríos y desecación de humedales con el doble objetivo de evitar el paludismo y contribuir a la colonización de nuevas tierras. Sin embargo, los sucesivos proyectos de desecación decimonónicos erraban en el diagnóstico al atribuir la formación de Las Tablas de Daimiel únicamente al espesor de la vegetación y a los diques de los molinos, sin tener en cuenta el principal aporte: las descargas de las aguas subterráneas a lo largo del cauce del Guadiana que hacían difícil la posibilidad de que la desecación perdurara.

El intento de desecación de 1937

Un periodo de escasez de lluvias sustituyó al ciclo húmedo de la segunda mitad del siglo XIX. El registro sedimentario constata un descenso de plantas de humedal y de la lámina de agua que pudo corresponder con este periodo seco y que llegará hasta la mitad del siglo XX (figura 5, en verde). Incluso en 1921 se llegarán a secar los Ojos del Guadiana. No obstante, es necesario un estudio detallado para profundizar sobre los factores que influyeron en este descenso.

El registro sedimentario indica también que se produjeron eventos que alteraron las condiciones del humedal en la década de 1930. Por un lado, se observa un aumento del porcentaje de aluminio relacionado con la erosión de los suelos circundantes o con la remoción del terreno producto del incremento de la actividad humana. Por otro, la subida del contenido en polen de cereales refleja que la roturación en el entorno de Las Tablas creció durante este periodo (figura 5, en verde).

Los datos del registro sedimentario indican también una notable bajada del carbono inorgánico relacionado con la disminución de las ovas, es decir, de las praderas subacuáticas. Este descenso es achacable a una disminución brusca de la lámina de agua en comparación con otros años. También cae el carbono orgánico relacionado con la presencia de vegetación tipo carrizo, enea o masiega, y que constituía un freno a la entrada de material desde fuera del humedal (figura 5, en verde).

Por lo tanto, los datos apuntan a una disminución del encharcamiento y a un intento de desecación para conseguir más tierras. Evidencian también que el agua corre a pesar de que los niveles de agua bajan y la extensión del humedal es menor. En consecuencia, indican que hubo una apertura de las compuertas de los molinos.

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El estudio de las fuentes documentales constata que la II República quiso satisfacer la demanda de los pueblos del entorno, principales baluartes de la desecación (Celis et al., en prensa, c). Con la llegada de la guerra civil y la incautación de fincas, el intento se llevó a cabo, corroborado por distintas fuentes orales y documentales. Durante la primavera de 1937 se abrieron las compuertas de los molinos. El objetivo era acabar con el paludismo y el paro, drenando las márgenes del Guadiana y del Azuer que serían sembradas con cultivos de verano, época del año con mayor desempleo. Al mismo tiempo, se intentó romper el azud de Flor de Ribera, a poca distancia de la salida del Guadiana de Las Tablas, para facilitar la desecación de la ribera más cercana a una finca donde el gobierno republicano había asentado a una comunidad de campesinos.

Sin embargo, la dilatación de la guerra frustró la desecación. Las necesidades alimentarias y la escasez de combustible obligaron a la puesta en marcha de los molinos harineros que prolongaron su funcionamiento durante la posguerra.

La degradación del humedal

Tras la Guerra Civil, el régimen franquista sigue la estela de gobiernos anteriores y también proyecta grandes obras hidráulicas como solución para el aumento de la producción en el campo. Para ello se crea el Instituto Nacional de Colonización con el objetivo de instalar colonos en los nuevos terrenos ganados gracias al regadío y acabar con el paro. A partir de la década de 1950, se instaura una política agraria de “carácter combativo” para que la colonización de nuevas tierras avance y que incluye la desecación de las zonas húmedas (Celis, 2014). Así, en 1951 se declara a La Mancha zona de Alto Interés Nacional de Colonización y, en 1956, se aprueba la “Ley para el saneamiento y colonización de los terrenos pantanosos que se extienden inmediatos a las márgenes de los ríos Guadiana, Gigüela, Záncara y afluentes de estos dos últimos en las provincias de Ciudad Real, Toledo y Cuenca”. En 1965 se inician las obras de drenaje, impulsadas por propietarios ribereños que crean un gran Grupo Sindical de Colonización con vecinos de Daimiel, Villarrubia de los Ojos, Arenas de San Juan o Villarta de San Juan. Para que el proyecto llegue a buen fin, la primera medida que tomarán será la compra de todos los molinos harineros con el objetivo de romper los azudes que ayudaban a retener el caudal que brotaba en los Ojos del Guadiana (Fernández y Pradas Regel, 1996).

En 1971 se produce el vaciado de Las Tablas de Daimiel ante la alarma del incipiente movimiento conservacionista que logra, finalmente, la creación del Parque Nacional en el año 1973. Victoria in extremis para la salvación del humedal, aunque el aumento sin control del número de pozos en La Mancha y la sobreexplotación de los recursos hídricos subterráneos, sí conseguirá esta vez la desecación del humedal y su incendio por autocombustión de la turba, cuya mayor repercusión mediática tuvo lugar en 2009.

Conclusión

El Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel es un ecosistema de importancia internacional. Uno de los pocos ejemplos de formación de tablas fluviales en el interior de la península ibérica, ligado además a las aguas subterráneas. A la riqueza faunística y la diversidad de su vegetación se unen un patrimonio geológico y cultural clave para comprender la evolución del humedal. En este sentido, la combinación de datos sedimentológicos y documentales permite desentrañar este pasado que facilita realizar un análisis más certero del presente y corregir errores de cara al futuro.

Los datos del registro sedimentario aportados por el proyecto Paleo Tablas de Daimiel son una excelente herramienta para contrastar las fuentes historiográficas, sobre todo en los estudios agrarios o medioambientales. El presente artículo ha pretendido subrayar la importancia del análisis de estos datos para comprender los cambios acaecidos en el Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel, durante la Edad Contemporánea. Una serie de anomalías en el registro sedimentario han servido de pista clave para la consulta de fuentes documentales y profundizar en los hechos causantes de dichas anomalías. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, los cambios en la relación entre la actividad humana y el humedal con intentos de desecación, deforestación del entorno para su cultivo y sobreexplotación de los recursos hídricos, han puesto en peligro la conservación del paraje, problema que perdura en la actualidad.

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Enlaces

Proyecto Paleo Tablas de Daimiel: http://www.igme.es/ProPaleoTD/default.htm
Museo Comarcal de Daimiel: www.museocomarcaldaimiel.es
Parque Nacional Tablas de Daimiel: http://www.magrama.gob.es/es/red-parques-nacionales/nuestros-parques/daimiel/
Actualidad Tablas de Daimiel y su entorno: www.tablasdedaimiel.com
Yacimiento Arqueológico Motilla del Azuer: www.motilladelazuer.es