Hablar de la recurrencia de las catástrofes naturales en el planeta no es noticia; siempre están y siempre estarán. En muchas de ellas, el agua es el protagonista, aunque, si analizamos en detalle, el hombre y sus decisiones emergen como los verdaderos protagonistas. La peligrosidad es casi siempre la misma, lo que ha cambiado es el riesgo. En este planeta cada uno construye donde quiere o donde mejor se especula, dejando a la providencia las consecuencias de las malas prácticas. Claro que después hay que oír de las autoridades, cuando los muertos se cuentan por decenas o millares, que la catástrofe “no era previsible”.
Los centenares de víctimas mortales por deslizamientos del terreno en Río de Janeiro es una catástrofe anunciada, y eso que hacia muchos años que no llovía como lo ha hecho. El prestigioso periodista brasileño Ruy Castro escribía en su artículo. “Estaba escrito en las paredes” que “…la favelización de la zona, los miles de construcciones levantadas ilegalmente en zonas de riesgo, empobreciendo el terreno y cargándose la vegetación, preparaba la tragedia. Y los políticos no lo vieron o no lo quisieron ver”. Esto nos suena ¿no?
Hay que seguir insistiendo en el rigor que debe imperar en los planes de ordenación municipal y, sobre todo, en las medidas correctoras del mismo cuando el urbanismo ya está instalado en zonas de peligrosidad. Este año le ha tocado el turno de infortunio a la ciudad sevillana de Écija: cinco inundaciones en un solo mes, es de récord Guinness. Un pueblo construido sobre el arroyo, con un cauce que nadie limpia y una red de desagüe insuficiente, son algunas de las medidas “preventivas” contra la catástrofe. Estarán de acuerdo en que mayores despropósitos no se pueden dar.
Río de Janeiro y Écija son sólo dos ejemplos de primer orden de los muchos menores que se producen en cientos de lugares a pequeña escala.
¿Qué podemos hacer los geólogos ante tanta barbarie? Pues seguir “denunciando” las malas actuaciones urbanísticas, la voracidad especulativa de las mismas, la falta de acciones preventivas y la necesidad de que los técnicos analicen rigurosamente las situaciones del territorio.
Si se analiza el estrato social afectado por las inundaciones, siempre resulta ser el mismo: las clases bajas y medias bajas. Ellas no son tan masoquistas de querer instalarse en los lugares de peligro, sino que se ven empujadas a ocuparlos por ser las zonas “residuales” que dejan las clases de mayor renta. Sin duda, poco más pueden hacer. Somos los técnicos los que debemos actuar ante las autoridades para exigirles mayor responsabilidad y especial atención a un tema que desde siempre ha sido menor —frente a otras actuaciones— en la planificación territorial. Los geólogos decimos que actuamos en clave ciudadana, es decir, que trabajamos pensando en el ciudadano y en su seguridad, a pesar de que recientemente algunos creen, pensando desde una perspectiva de “aumentar la competencia”, que nuestros informes geotécnicos y su control de visado no tienen nada que ver con la seguridad ciudadana.
Se aproxima la promulgación de la nueva Ley de Servicios Profesionales realizada a través de la transposición de la Directiva europea de Servicios. La ley vendrá a actualizar la regulación actual de las actividades profesionales que, en opinión del director general de Política Económica del Ministerio de Economía y Hacienda, es “obsoleta, confusa y excesiva, afectando, en algunos casos, a la competitividad”. ¿Se reconocen ustedes en estas afirmaciones? ¿Somos obsoletos los geólogos? ¿Somos los geólogos, y su colegio, un instrumento que frena la competitividad del mercado? Más bien parece lo contrario. Esperemos que la ley no intente meter a todos en el mismo saco, pues los geólogos no nos merecemos ese trato. Con gran esfuerzo y una fuerte competencia desleal en algunos casos, hemos desarrollado la profesión a niveles sociales y profesionales nunca vistos. Cada vez se nos reconoce más nuestra valía y necesidad, pero parece ser que obstruimos el desarrollo del país con nuestra presencia “descontrolada”. Otro vendrá que bueno te hará.