Que los árboles del cambio climático no nos tapen el bosque de la mala gestión territorial

El pasado sábado, en unas declaraciones recogidas por el diario colombiano El Heraldo, el responsable de Naciones Unidas en Colombia dijo: «El cambio climático provoca» Resultados tremendos «en los desastres naturales como la avalancha en Colombia que mató a más de 200 personas, y las emergencias por fuertes Lluvias en Ecuador y Perú «.

los efectos catastróficos sobre la población NO se habrían dado si las edificaciones donde vivían las víctimas no hubieran sido construidas en las zonas inundables

Es evidente que las intensísimas lluvias que provocaron los ríos de lodo, rocas y árboles flotando que destruyeron una buena parte de la ciudad de Mocoa han sido debidas a un fenómeno meteorológico muy severo que puede ser atribuible al cambio climático. Pero los efectos catastróficos sobre la población NO se habrían dado si las edificaciones donde vivían las víctimas no hubieran sido construidas en las zonas inundables de ríos y torrentes.

Está claro que en estos momentos la atención prioritaria debe centrarse en la gestión de la emergencia. Hay que enfocarla en los afectados y en las familias de las víctimas. Pero no podemos esperar demasiado para reflexionar sobre los errores en la gestión y planificación del territorio, especialmente en la no consideración de las zonas expuestas a los riesgos naturales a la hora de edificar y construir infraestructuras.

En nuestro país, aunque las condiciones de vulnerabilidad social y estructural frente a los fenómenos naturales sean diferentes, no estamos exentos de esta problemática. Recordemos los efectos de los últimos temporales en la costa mediterránea en Enero de este año; o el temporal de Levante de Diciembre de 2016 que afectó a la Comunidad Valenciana, Murcia, Almería y Baleares dejando 5 muertos y cantidades de lluvia en algunos puntos por encima de los 600 l/m2; o de las trágicas inundaciones, con 3 víctimas mortales,  en la población de Agramunt en el centro de Cataluña en Noviembre de 2015, sólo por citar algunos casos recientes.

El informe RISKCAT sobre los riesgos naturales en Cataluña, presentado en 2008, nos dice que el 15% del suelo urbanizable en Cataluña está en zona inundable. Esta problemática, similar en el resto de España, pone de manifiesto la gran exposición al riesgo de las áreas con urbanismo consolidado donde las edificaciones ya estaban construidas antes de la normativa, actualmente vigente, que prohíbe edificar en zona inundable.

La principal debilidad en la buena gestión de estos riesgos naturales la encontramos en los errores o en la falta de decisiones adecuadas en relación al territorio, al urbanismo y a las infraestructuras. Durante muchas décadas no se consideró ni en la planificación territorial, ni en el urbanismo, el factor de exposición al riesgo.

Es evidente que a pesar del buen conocimiento científico y tecnológico que tenemos, en mitigación de riesgos naturales no lo seguimos haciendo bastante bien. Seguramente debemos explicar mejor a la sociedad en su conjunto y nuestros dirigentes políticos en especial que hay que invertir mucho más en prevención. Prevenir no es caro, reconstruir lo es mucho más; y las pérdidas de vidas humanas son irrecuperables.

Lo decía hace unos meses en otro artículo a propósito del alud de los Apeninos, en Italia, y del temporal de levante en la costa mediterránea y, ahora vuelvo a insistir aún con más fuerza: «Las administraciones deben tener claro que las políticas preventivas son indispensables para mitigar el riesgo. Y, por ello, hay que tomar decisiones firmes y valientes”.

Joan Manuel Vilaplana colegiado nº183; coordinador del Grupo de Investigación RISKNAT de la Universitat de Barcelona y miembro del Observatori GeoRisc del Col·legi de Geòlegs de Catalunya.