Estos días pasados, con tantos fenómenos adversos, los meteorólogos han sido el blanco de las críticas de los políticos. Les han dicho que sus previsiones se quedaron cortas, que fueron erróneas cuando aparecieron las nevadas y los vientos. En mi opinión los pronósticos son bastante fiables. Lo que falta es mejorar la comunicación a los ciudadanos y fortalecer la educación en materia de riesgos naturales.

Un artículo de Miguel Ángel Barroso, publicado el 1 de febrero en Domingos de ABC, difundido en la red a través de sur.es, eldiariomontañes.es y lavozdigital.es, recoge interesantes aportaciones de los meteorólogos en este debate.

Si la borrasca cambió de una forma impredecible no lo pueden predecir. Pero si no lo predicen los que lo tienen que predecir, ¿cómo piensan ustedes que lo vamos a predecir aquellos que estamos esperando la predicción?». El ya mítico trabalenguas de la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, encierra una gran verdad después de ser estudiado minuciosamente: la meteorología es una ciencia inexacta. Si bien los expertos que se ganan la vida con ello no están dispuestos a pagar los platos rotos por la reciente ‘ciclogénesis explosiva’. Rubalcaba ya les lanzó un dardo envenenado tras la nevada que colapsó Madrid el 9 de enero, y con el temporal de viento que sacudió más tarde la Península volvió a acusarles de que sus advertencias «se habían quedado cortas».

Ángel Rivera, que fue jefe de Predicción de la Agencia Estatal de Meteorología y actualmente oficia como portavoz, declara que «estamos dispuestos a que nos hagan una auditoría, porque hemos actuado bien». Lo cierto es que no da abasto. El tiempo siempre es noticia, pero no los meteorólogos, encerrados con sus ordenadores e instrumentos de medición y entretenidos con ecuaciones matemáticas.

En alguna Semana Santa o puente festivo han saltado al candelero, señalados por un indignado sector hotelero que se siente perjudicado por sus augurios; sin embargo, la reacción del ministro del Interior les ha sorprendido. «Semanas de pasión», bromea Rivera, que ha sido testigo de la evolución de esta ciencia desde los tiempos del modelo sinóptico, que se utilizaba cuando Mariano Medina era el referente mediático, hasta la irrupción de los modelos numéricos.

«Antes, el meteorólogo estudiaba las observaciones y establecía los modelos conceptuales de frentes, de borrascas… y elaboraba una sinopsis. A partir de ésta aplicaba sus reglas y hacía un mapa para las siguientes veinticuatro o treinta y seis horas», explica Rivera. «Ahora se trata de realizar simulaciones matemáticas de la naturaleza. Lo primero que se hace es recabar información en todo el mundo. Un satélite no envía fotografías, sino datos. Es preciso asimilar bien ese caudal, porque si un modelo matemático parte de un análisis deficiente, mal asunto. Después de la recogida, el ordenador o bien el experto -hay 120 predictores en España- realizan una serie de estructuras. La verdad es que esta responsabilidad recae cada vez más en las computadoras. Por último, se elaboran las predicciones y se distribuyen a los sistemas de comunicación».

Las televisiones y demás medios reciben los pronósticos de forma continua, aunque cada cual tiene, digamos, «libertad de cátedra». El cómo llega finalmente la información al usuario es algo que obsesiona a Ángel Rivera. «En la época de Mariano Medina las predicciones serían mejores o peores, pero no había muchas dudas; ahora nos están contando una docena de versiones distintas, y hay quien se acoge a la versión menos mala para coger el vehículo y salir de viaje. Salvo TVE, que dedica seis o siete minutos a esta información, el resto de los canales sintetiza demasiado».

Mario Picazo, el ‘hombre del tiempo’ más popular de Telecinco, cree que la meteorología «no es noticia los 365 días del año, pero sí la mitad, y en situaciones extraordinarias sería bueno contar con miniespacios, como cuando se produce alguna noticia de alcance y se ofrecen avances informativos. La reacción del público le provoca no pocas reflexiones. «El tiempo tiene un tirón impresionante en las curvas de audiencia. A veces la gente percibe que somos demasiado sensacionalistas y que la cosa no es para tanto, de modo que la información acaba desvirtuándose. Reconoce sentir una cierta presión psicológica cuando llegan las vacaciones de Semana Santa. «Algunas comunidades son muy sensibles a causa del turismo. Tampoco decimos a los ciudadanos ‘no se les ocurra ir hacia allí’, sino que sean precavidos».

A Roberto Brasero, de Antena 3, le preocupa que le tomen en serio. «De entrada contamos con un espacio reducido y tengo la impresión de que sonamos a runrún de fondo a la hora de la siesta. Brasero destaca las dificultades para dar más minutos a la meteorología en las cadenas generalistas. «Casi me doy con un canto en los dientes con lo que tengo. ¿Presión? Hombre, a veces fastidias a la hostelería, pero favoreces al público, que es a quien nos debemos». Sobre las acusaciones de «cortedad» vertidas por Rubalcaba cree que «lo fácil para un comunicador del tiempo es pasarse. No habría que criticar, sino felicitar a quien con suficiente antelación alertó de un fenómeno extremo inusual y virulento, la ciclogénesis explosiva»

Otro aspecto en el que se debe profundizar es por qué se sale a la calle o a la carretera desoyendo las recomendaciones. Habría que involucrar a los sociólogos en esto. ¿Qué entienden los ciudadanos?, ¿cómo reaccionan ante los avisos? Antes se quedaban en casa; ahora confían en su suerte, en la calidad de sus vehículos o, directamente, desconfían de la información que les proporcionamos. No hay educación sobre la vulnerabilidad ante los fenómenos meteorológicos. Los programas divulgativos han desaparecido de la parrilla, precisamente ahora que contamos con más herramientas para hacerlos rigurosos y atractivos.