En la edición de El País Digital del 1 de marzo, el candidato Mariano Rajoy “promete terminar con “el bloqueo y la paralización” del PSOE al Pacto del Agua” asegurando que garantizará “el caudal ecológico, y el agua que sobre, el que llega al mar será para los demás. Porque todos somos España.” Este concepto de “agua que se pierde” pone de manifiesto el desconocimiento de lo que es el ciclo hidrológico por parte de la ciudadanía, aunque en el caso de los políticos, es llamativo. Así, sabemos que la evaporación en los mares forma las nubes que se adentran en el interior de los continentes donde llueve y el agua vuelve a circular, por acuíferos y ríos, como es el Ebro.
Otra noticia sobre la sequía es la publicada en La Vanguardia del mismo día, más dramática “La sequía abre la guerra del agua en Catalunya”.
En ella se indica que “En el delta del Ebro, los regantes, propietarios de las concesiones del agua del minitrasvase al Camp de Tarragona, no pueden disimular su incomodidad, porque Tarragona se dispone a vender agua de pozos a Barcelona en barcos, y de ese negocio no verán ni un duro.” Si ello es así, se manifiesta primeramente el desconocimiento de la Ley, puesto que el agua es de dominio público, y la concesión hace referencia a aguas superficiales y no a subterráneas. Respecto al uso de las aguas subterráneas no se debe olvidar que en el arco litoral mediterráneo existen dos problemas básicos de calidad de las aguas: la contaminación por nitratos, como en el Maresme, por la implantación de cultivos que aprovechan la benignidad del clima, y la intrusión marina, por la explotación intensa que favorece la entrada de agua salobre procedente del mar.
Una posibilidad poco explotada es el aprovechamiento de los acuíferos aluviales costeros de Catalunya (Llobregat, Besos, Tordera, Ridaura, Ter, Fluviá-Muga) para realizar experiencias de recarga artificial en época húmeda, así esa agua “desaprovechada” según Rajoy, se introduciría en los acuíferos, los cuales podrían explotarse en época de penuria como la actual. Ello posiblemente no solucionaría los problemas de grandes urbes como Barcelona, pero podría complementar sus caudales y abastecer a pequeñas y medianas poblaciones.
Y no debemos olvidar las pérdidas en las canalizaciones, que en el citado artículo de La Vanguardia se cita. Los miles de kilómetros de tuberías y canalizaciones existentes para riego y abastecimiento registran pérdidas considerables, que en algunos casos superan el 50 %. Si esa agua no se pierde y llega a los usuarios, si tendría utilidad inmediata, y no la que “se pierde” por la desembocadura de los ríos.
Sin duda, a las administraciones y a los candidatos les faltan Hidrogeólogos como asesores.