¿Qué es un alud?

Un alud o avalancha de nieve es el desplazamiento rápido de una porción del manto nivoso a lo largo de una ladera. Se produce por la rotura de un equilibrio de estabilidad entre las fuerzas de resistencia que mantienen estable el manto nivoso y las fuerzas gravitacionales.

Figura 1. Alud de nieve reciente con aerosol (Raspa Roies, valle de Boí, Pirineo de Lleida, Enero 1996). Autor J.M. Vilaplana

Los servicios de predicción de aludes suelen definir tres tipologías de aludes:

a)      Los aludes de nieve reciente son aludes que se producen durante las nevadas o en las horas posteriores. Generalmente involucran nieve fresca, todavía no transformada. Estos aludes se propagan generando un flujo turbulento. El alud más característico es el de nieve reciente seca que genera un aerosol (también llamado alud de nieve polvo) (Figura 1).

b)     Los aludes de placa se producen por una rotura planar de una capa o conjuntos de capas del manto nivoso muy cohesivas y frágiles (Figura 2). Un caso particular, y muy destacable de aludes de placa son las placas de nieve venteada; capas muy cohesivas y frágiles formadas por la acumulación de nieve transportada por el viento en zonas de sotavento. La fragilidad de estas placas y su desunión con las capas inferiores permiten que una pequeña sobrecarga actúe como factor desencadenante del alud (muchas veces el peso de un esquiador resulta suficiente).

c)      Cuando la temperatura del aire se mantiene durante un cierto tiempo por encima de 0ºC, empieza la transformación del manto nivoso por fusión parcial de los granos de nieve. Estos se recubren por una fina película de agua que les da una cohesión capilar. En estas condiciones, típicas de la primavera, pero que también pueden darse en determinados momentos del invierno, se producen los aludes de nieve húmeda o de fusión. Son flujos granulares densos de nieve con un cierto contenido en agua (Figura 3).

Figura 2. Alud de Placa (Cap de Vaqueira, Diciembre 1987). Autor J.M. Vilaplana
Figura 3. Aludes de nieve húmeda o de fusión con salida puntual (A) dónde el flujo es superficial; y con salida lineal (B). En este segundo caso se trata de un deslizamiento basal, dónde el nivel de despegue es el terreno con un baja rugosidad (Tignes-Val Claret, Alpes franceses, Abril 2017); Autor: J.M. Vilaplana

Aludes naturales versus aludes accidentales

La gran mayoría de los factores (intrínsecos y extrínsecos) que causan los aludes son naturales (meteorológicos y geomorfológicos), en consecuencia, una parte de los aludes son considerados también naturales. De todas maneras en la mayor parte de los aludes que producen accidentes con daños a personas, como los que hemos tenido este invierno, interviene un factor antrópico en su generación. Estos aludes se denominan accidentales. Los aludes accidentales son desencadenados involuntariamente por la sobrecarga de una o varias personas (con esquís, plancha, raquetas, moto de nieve o a pie). Exceptuando algún caso, la mayoría de estos aludes son del tipo alud de placa.

El tamaño de los aludes

Los aludes pueden tener tallas diversas en función de la cantidad de nieve involucrada y de la pendiente y las dimensiones de la ladera (Fig. 4). Aludes de pequeñas dimensiones pueden ser suficientes para enterrar y dañar a un montañero o esquiador. Los grandes aludes tiene la capacidad de destruir el bosque, son los que alcanzan el fondo de los valles y, debido a su elevadas presiones de impacto, pueden producir daños en edificaciones y vías de comunicación.

Figura 4. Tamaño de los aludes con indicación del potencial destructivo y de las características de su alcance. Fuente: aemet.es

Impacto de los aludes

En las altas montañas de la Península Ibérica cada año se producen numerosos aludes. Muchos de ellos en zonas remotas, en el medio supraforestal, la mayoría de los cuales no suelen producir daños a personas. En este invierno las nevadas están siendo muy abundantes, produciendo grandes espesores en el manto nivoso por lo que se está registrando una mayor actividad avalanchosa con aludes de tamaños 3 y 4 (ver figura4), especialmente en los Pirineos.   El aumento del número de practicantes de los deportes de invierno durante los últimos años ha sido espectacular. Este hecho provoca una gran frecuentación de la alta montaña fuera de los dominios securizados de las estaciones de esquí que incrementa enormemente la exposición de las personas al riesgo de aludes.

En España la accidentabilidad sobre el colectivo de montañeros y esquiadores-alpinistas por riesgo de aludes empezó a aumentar a partir de mediados de los 70. Entre 1975 y 1989 se produjeron un total de 53 víctimas mortales: 33 en los Pirineos, 8 en el Sistema Central, 2 en la Cordillera Cantábrica, 1 en los Montes Vascos y 9 en Sierra Nevada. En el año 2001 el número de muertos era ya de 92.

En el Pirineo el 80% de los accidentes son debidos a placas de nieve venteada casi siempre  desencadenados por las propias víctimas. Un 15% son debidos a aludes de fusión y el 5% restante de nieve reciente. La muerte de personas debido al impacto de los aludes se produce por traumatismos, por asfixia debida al enterramiento y por hipotermia.

Los episodios de aludes de grandes dimensiones que pueden ocasionar daños en zonas urbanizadas no son tan frecuentes, pero el incremento en la ocupación de territorio hace aumentar los escenarios de riesgo. Durante los últimos 25 años se han registrado episodios de consecuencias catastróficas en diversos valles del Pirineo que en algunos casos han alcanzado y dañado edificaciones y carreteras. El más destacable por su magnitud y su amplitud geográfica fue el de Enero y Febrero de 1996 durante el cual una gran superficie de masa forestal fue destruida y diversos edificios fueron dañados.

La mitigación del riesgo de aludes

La capacidad destructiva de infraestructuras y de provocar daños a las personas hace considerar a los aludes como fenómenos con peligrosidad relevante. El incremento de la exposición territorial y social al peligro de aludes en las zonas de montaña, le da una categoría de riesgo natural de primer orden. En consecuencia, desde la zonificación de la peligrosidad, a la instalación de obras de protección, pasando las acciones de autodefensa y por la gestión de la emergencia, hay un conjunto de actuaciones que deben implementarse para la reducción del riesgo de aludes.

Es necesario un plan de cartografía de zonas de aludes en zonas donde todavía no existe

La mitigación del riesgo de aludes se centra fundamentalmente en una buena estrategia de predicción: tanto en la predicción temporal como en la espacial. La predicción temporal o en el tiempo se basa en la previsión nivometeorológica y en el análisis de la estabilidad del manto nivoso (a nivel general de macizo o local). Los servicios de predicción de aludes suelen emitir diariamente un boletín del peligro de aludes (BPA) para zonas, valles o macizos determinados, en base a una escala europea de 5 niveles de peligro. Este producto va dirigido a los servicios de protección civil, a los centros invernales, a los servicios de carreteras y a todas aquellas personas que frecuentan la montaña invernal (esquiadores, montañeros-alpinistas, etc.).

Actualmente, en España, podemos encontrar información sobre la predicción del peligro de aludes en varios organismos o entidades:

El Institut Geològic i Cartogràfic de Catalunya (ICGC) emite diariamente un Boletín de Peligro de Aludes (BPA), que nació en 1990 y se difundió (inicialmente para los fines de semana) partir de 1991. Esta predicción, diferenciada en 7 zonas nivoclimáticas (macizos/valles) del Pirineo catalán, va dirigida a todos los usuarios (particulares, colectivos y organismos) que viven, trabajan o frecuentan el medio invernal de la alta montaña. Protección Civil de Cataluña también necesita el BPA para gestionar un Plan de Emergencias contra el riesgo de aludes (ALLAUCAT) existente desde 2010.

En el Valle de Aran, desde la temporada 2003/2004, las actividades, las actuaciones y los productos relacionados con los aludes y la seguridad (cartografía, investigación, BPA, predicción local para itinerarios de montaña y para carreteras  se han ido consolidando en el sí del Centro de Predicción de Lauegi que depende del Conselh Generau d’Aran. Este activo grupo trabaja en coordinación con el ICGC.

La AEMET hace muchos años que empezó a trabajar en nivología y aludes. En 1993 el Centro Meteorológico Regional de Aragón, La Rioja y Navarra del antiguo Instituto Nacional de Meteorología inició la predicción del peligro de aludes. Actualmente, durante la temporada de invierno, emite diariamente boletines de información nivológica y de peligro de aludes para distintos macizos ibéricos (Pirineos, Picos de Europa, Sistema Central, Cordillera Ibérica y Sierra Nevada).

En 2013 se creó A lurte que es un Centro pirenaico de referencia para la gestión de riesgos de montaña. A lurte está ubicado en Canfranc (Huesca) y se ha dedicado al estudio de la nieve y los aludes mediante diferentes actividades: emisión de un boletín de peligro de aludes en la zona y actividades de formación y difusión.

En Alto de Campoo y en Picos de Europa se emite un BPA por parte de una entidad privada, Meteocampoo que trabaja con el soporte de Aemet.

Las estaciones de esquí reciben y utilizan las informaciones de los BPA. En algunos casos realizan ellas mismas la predicción local y se encargan de la correspondiente información a sus clientes.  Estas empresas tienen la responsabilidad de mantener la seguridad frente al riesgo de aludes en todo su dominio por todo ello tienen diseñado un Plan de intervención de desencadenamiento de aludes (PIDA).

También existen una serie de empresas y profesionales consultores trabajan en el ámbito de la geología, la geotecnia y el medio ambiente que se dedican a realizar estudios técnicos sobre aludes y su protección. Cada vez más, las tareas de predicción local, cartografía, zonificación y defensa para la protección de carreteras, ferrocarriles de montaña, estaciones de esquí, etc, ocupa a más profesionales.

Finalmente decir que existe es una asociación que promueve el conocimiento de la nieve y los aludes (ACNA) que nació en el año 2008. ACNA agrupa todas las personas interesadas en el mundo de la nivología y los aludes, sean montañeros, esquiadores, guías, profesionales diversos, académicos, gestores, etc. Tiene como objetivos principales los siguientes: divulgar los riesgos asociados a la nieve y los aludes, así como la información y el conocimiento técnico de nivología y aludes. ACNA se dedica a comunicar y relacionar los profesionales y aficionados que trabajan en el ámbito de la nieve y los aludes; a facilitar los encuentros entre especialistas y usuarios, promover intercambios de experiencias y favorecer las relaciones con técnicos y asociaciones de países extranjeros; y a apoyar, alentar y ayudar a la investigación emprendida por personas físicas o jurídicas, públicas o privadas, favorecer la coordinación y proponer estudios.

Por otro lado, la predicción espacial o en el espacio se basa en la cartografía de las zonas de aludes y en la zonificación de la peligrosidad de las mismas. Estas herramientas deben ser tenidas en cuenta en la ordenación territorial y en la planificación urbanística a nivel municipal.

Estas acciones de tipo no estructural, deben ser complementadas con actuaciones de defensa estructural. La protección de las zonas expuestas a los aludes se basa en la combinación de acciones permanentes y/o temporales de defensa activa y pasiva (paravientos, barreras de retención, saneo con explosivos, diques de desvío, dientes de frenado, galerías o semitúneles, etc.).

Reflexiones sobre la gestión del riesgo de aludes en España

En España, en los últimos 30 años ha habido un gran avance en el conocimiento sobre los aludes de nieve tanto a nivel científico-técnico (algunas universidades, especialmente la Universidad de Barcelona, han realizado proyectos de I+D sobre el tema) como a nivel divulgativo. También se ha realizado un gran esfuerzo en estrategias de mitigación, tanto en la obtención y análisis de los datos como en los productos obtenidos: Tenemos cartografías, disponemos de servicios de predicción y se han ejecutado muchas actuaciones defensivas. Los resultados obtenidos no obstante, no son equivalentes en todos macizos peninsulares y, me atrevo a decir, que algunas decisiones en la gestión del riesgo no han sido suficientemente valientes para considerarlas efectivas.

La necesidad de disponer de cartografías de aludes y la correspondiente zonificación de peligrosidad es una urgencia. Algo se ha hecho, pero queda aún mucho por hacer. Es necesario un plan de cartografía de zonas de aludes en zonas donde todavía no existe. Y es también imprescindible que la zonificación de la peligrosidad se realice en todos aquellos municipios e infraestructuras más expuestos al riesgo de aludes. Asimismo, si no convertimos los mapas de peligrosidad en documentos reglamentarios, no avanzaremos en la buena gestión territorial. Lo decía ya el Informe RISKCAT sobre los riesgos naturales en Cataluña. Si no se procede de esta forma, con decisiones valientes, los daños sobre bienes por el impacto de aludes van a aumentar. En relación a la accidentabilidad por aludes y por lo que respecta al Pirineo de Cataluña, del cual el ICGC dispone de una larga serie de datos, en los últimos cinco años el promedio anual de accidentes ha subido ligeramente y esto es consecuencia del aumento del factor exposición. Contrariamente, el número de muertos ha disminuido de 1,5 a 0,6 por año. Esta disminución de la mortalidad se debe a la tarea de sensibilización (sobre el comportamiento y las prácticas de autorescate en montaña) ejercida por todas las personas y los organismos, públicos y privados, involucrados en esta misión. De todas formas el camino de la mitigación sigue y es largo, y tener en cuenta el factor humano es fundamental. Por tanto, es necesario sobretodo potenciar todavía más la formación, la información y la sensibilización de nuestra sociedad.


Tierra y Tecnología nº 51 | http://dx.doi.org/10.21028/jmv.2018.03.05Autor: Joan Manuel Vilaplana. Geólogo colegiado nº 183, Miembro del Grupo de Investigación RISKNAT de la Universitat de Barcelona y del Observatori GeoRisc del Col·legi de Geòlegs de Catalunya. Director del proyecto RiskCat: Los riesgos Naturales en Cataluña, promovido por el Consejo Asesor para el Desarrollo Sostenible (CADS).