Autora: Isabel Victores |  Podemos comparar el campo magnético de la Tierra con un enorme imán en su interior, siendo su intensidad, máxima en los polos y mínima en el ecuador. Aunque los polos magnéticos terrestres reciben el nombre de polo norte magnético, próximo al polo norte geográfico, y polo sur magnético, próximo al polo sur geográfico, su magnetismo real es el opuesto al que indican sus nombres.

Las posiciones de dichos polos magnéticos no son constantes, ya que muestran cambios que ocurren a intervalos aleatorios de tiempo. Estos intervalos pueden variar entre menos de 100.000 años hasta 50 millones de años y se denominan inversiones geomagnéticas. La evidencia de dichos eventos temporales podemos encontrarla en basaltos, sedimentos del lecho oceánico, y en anomalías magnéticas del fondo marino.

figura1polosGran parte de las partículas del viento solar son atrapadas en los cinturones de Van Allen (áreas en forma de anillo en las que protones y electrones se mueven en espiral entre los polos magnéticos). Si el campo magnético desapareciera, desaparecerían dichos cinturones y nos veríamos expuestos directamente a la radiación y, por tanto, seríamos más propensos a desarrollar cáncer.  Además, la acción directa de estos vientos solares sería capaz de bloquear las comunicaciones globales y redes de energía; afectando a los satélites en órbita, al suministro y los sistemas eléctricos en la tierra. No funcionarían por tanto ni teléfonos móviles, ni GPS,  ni brújulas ya que “se volvieran locas” y apuntarían al sur en lugar de al norte.

Debemos prestar atención a la estrecha relación entre el campo magnético terrestre y algunas sustancias químicas contaminantes. Las moléculas de oxígeno, al ser paramagnéticas, serían dirigidas hacia los polos, donde la intensidad del campo es máxima. Por otro lado, las moléculas de ozono, al ser diamagnéticas, serían transportadas por el campo magnético terrestre hacia las zonas tropicales y ecuatoriales. Por tanto, podemos decir que una desaparición del campo magnético también afectaría notablemente a la composición actual de la atmósfera.