Autor: Profesor D. Luis Quindós Poncela. Catedrático de Radiológía y Medicina Física. Universidad de Cantabria http://dx.doi.org/10.21028/lqp.2016.11.03

El día 7 de noviembre se estableció como Día Europeo del Radón, y la intención del mismo es la sensibilización tanto de los poderes públicos como de los ciudadanos sobre un problema que la OMS define como de salud pública, y del que es necesario una mayor información y actuación. Por de pronto en el código europeo contra el cáncer, el Radón ya figura entre los diez consejos prioritarios. Con este artículo pretendemos informar sobre el mismo.

Por de pronto en el código europeo contra el cáncer, el Radón ya figura entre los diez consejos prioritarios

El Radón, aislado por primera vez por Ramsay y Grey en 1908, no es sino un elemento gaseoso procedente de la desintegración del Radio, que a su vez es un producto de desintegración de la cadena del Uranio presente en la corteza terrestre. Por ello podemos decir que nuestro planeta Tierra es radiactivo desde su creación hace miles de millones de años aunque no ha sido sino hasta hace poco más de 100 años que nos hemos percatado de ello.

De acuerdo con la tabla de Mendeleiev el Radón pertenece a la familia de los gases nobles, llamados así por la ausencia de reactividad química propia de este tipo de gases. El Radón forma parte, pero en muy pequeña proporción, de la composición del aire atmosférico que respiramos. Es, además, incoloro, inodoro e insípido, siendo su solubilidad en el agua moderada.

Tiene un periodo de semidesintegración de 3.8 días, lo cual significa que, al cabo de este intervalo de tiempo, el número de átomos del mismo se reduce a la mitad, debido a que se desintegra emitiendo radiación alfa y dando lugar a otros elementos que, a su vez, también se desintegran emitiendo radiaciones alfa, beta y gamma hasta que al final de esta cadena de desintegración se llega a un elemento estable que es el Plomo.

A través de la respiración, el Radón y sus descendientes son introducidos dentro del aparato respiratorio, y mientras que el primero permanece en el mismo muy poco tiempo, los segundos se depositan sobre las superficies internas del tracto respiratorio continuando allí su proceso de desintegración y dañando con las radiaciones emitidas las células presentes y, es en este hecho, en el que radica, fundamentalmente, el efecto nocivo del Radón para nuestra salud.

Debido a su periodo de semidesintegracion, es decir a su carácter radiactivo, para que haya una presencia continua de Radón en cualquier medio es necesario que este gas esté también formándose continuamente. Por ello, si se quiere tener más información sobre el origen del Radón en nuestras casas, es preciso saber, en primer lugar, dónde se encuentra el uranio del que deriva.

La primera pista, entonces, para localizar el uranio vendrá dada, sin duda, del análisis de la carta geológica que informa acerca del tipo de rocas presentes en la zona que se esté estudiando.

Al desintegrarse, los átomos de Uranio dan lugar a átomos de Radio pero, al ser ambos sólidos, ninguno de los dos va a tener la posibilidad de desplazarse individualmente si no es junto con la roca o suelo del que forman parte, o arrastrado por corrientes de agua subterránea.

En cambio, dado su carácter gaseoso, los átomos de Radón que se forman a partir del Radio pueden desplazarse libremente al tiempo que se desintegran dando lugar a sus descendientes. Sin embargo, este desplazamiento de los átomos de Radón será más o menos rápido dependiendo de las condiciones particulares en que se encuentren las rocas o el suelo en que tiene lugar.

Una vez en éste el enorme volumen de aire de nuestra atmósfera es capaz de diluir el Radón emanado desde el suelo de forma que la concentración atmosférica de este gas es, en general, muy pequeña.

La permeabilidad de los suelos es el parámetro que caracteriza la mayor o menor dificultad que los mismos presentan al paso de fluidos, y constituye el factor más importante a la hora de evaluar el escape de Radón del suelo.

Las arcillas por ejemplo al contener una concentración de uranio apreciable son fuentes potenciales de Radón. Sin embargo su elevada impermeabilidad hace que la cantidad de Radón que alcanza la superficie sea muy pequeña.

Por el contrario, en rocas muy fracturadas y permeables como pueden ser las calcáreas que tienen un contenido en Uranio unas diez veces menor que las arcillas, el Radón se desplaza más fácilmente y puede alcanzar la superficie del suelo en mayor proporción.

Lo mismo ocurre con el granito que, si bien posee un contenido en Uranio algunas veces importante, presenta una estructura que hace que la cantidad de Radón que escapa de él sea muy pequeña cuando el granito esta compactado, y aumente de manera importante cuando se halla fracturado o muy triturado.

Por todo ello, tanto el contenido de Uranio, como la porosidad y la permeabilidad de los suelos, son factores importantes a tener en cuenta a la hora de explicar la presencia de Radón en las viviendas.

Con todo, la principal fuente de aporte de Radón al interior de nuestras viviendas es el suelo sobre el que éstas se asientan.

La segunda fuente de aporte de este gas se encuentra en los materiales de construcción empleados en las mismas, y dado que el contenido de Uranio presente en éstos depende básicamente de su zona de procedencia, pueden existir zonas concretas dentro incluso de un mismo país, en los que la contribución debida a los materiales de construcción puede llegar a ser tan importante como la del suelo.

Por último, como el Radón se disuelve en el agua y se disuelve también con facilidad, ésta puede llegar a ser una fuente significativa de Radón en aquellos casos en los que la misma proceda de pozos profundos y no haya sufrido procesos de depuración previa.

Los tubos naranjas sirven para ventilar el Radón del encofrado.
Los tubos naranjas sirven para ventilar el Radón del encofrado.

Ya sea el suelo situado bajo la vivienda, o ya sean los materiales de construcción empleados en la misma la principal fuente de Radón, la entrada de este gas en nuestras viviendas tiene lugar a través de procesos de difusión molecular y de transporte conectivo debido a gradientes de presión. Por ello, resulta claro que el problema del Radón en las viviendas, en general, solamente afectará a éstas si se ubican próximas al suelo y además éste es una fuente importante de Radón. Es por esto por lo que dicho problema no suele presentarse en los bloques de pisos característicos de las ciudades.

La existencia de elementos radiactivos, y más concretamente de los precursores del Radón, es consustancial a la presencia del hombre sobre la Tierra. Por ello, mucho antes de descubrirse la radiactividad y sus efectos nocivos sobre nuestro organismo, algunos científicos ya habían conocido de su existencia sin saberlo.

En 1556, uno de ellos llamado Agrícola, al escribir el primer tratado de prospección relacionado con la explotación minera y la metalurgia, señalaba la alta incidencia de enfermedades pulmonares mortales entre los trabajadores de la mina de Pechblenda, uno de los principales minerales del Uranio, de Joachimestal en Checoslovaquia

Cualquiera puede imaginarse una mina con ingentes cantidades de Uranio, galerías con pobre ventilación y niveles de Radón muy elevados. Allí estaba la radiactividad y, por tanto, el Radón, pero Agrícola no podía saberlo todavía. No fue hasta mediados del siglo XX cuando la necesidad de disponer del Uranio como principal combustible de las centrales nucleares hizo que el incremento de la actividad minera cobrase un auge muy importante, y que con ella aumentase el número de trabajadores expuestos al Radón en las galerías de esas minas.

Por lo tanto, del desarrollo de la industria nuclear es de donde surgen los primeros conocimientos fundados acerca de la problemática del Radón, y es en ella en la que encontramos igualmente el origen de su interés desde el punto de vista social.

No podemos olvidar, sin embargo, que los precursores en estas campañas fueron los países nórdicos que ya a principios de los 70 iniciaron estos estudios en sus viviendas.

En aquellos años, coincidiendo con la crisis del petróleo y las bajas temperaturas existentes en tales latitudes, la industria de la construcción en dichos países sufrió un cambio importante dado que, por razones de ahorro energético, las viviendas se hacían cada vez más herméticas lo cual favorecía la acumulación de Radón en su interior alcanzándose concentraciones en algunos casos muy elevadas.

Más de cuarenta años después en países como el nuestro, con temperaturas no tan extremas pero con el mismo problema energético y de carestía del suelo, se ha producido un fenómeno similar.

A título simplemente comparativo, mientras que una vivienda antigua renueva el aire de su interior unas tres veces por hora, una actual necesita dos horas para llevar a cabo dicha renovación. Este hecho sin duda favorece la presencia y acumulación del Radón en el interior de la misma.

Como resultado de la medida de la concentración de Radón, al margen del método empleado, se obtiene un valor numérico que suele expresarse en bequerelios por metro cúbico (Bq/m3), siendo el becquerelio una unidad típica utilizada en radiactividad equivalente a una desintegración por segundo.

A partir de las concentraciones medidas, aplicando factores de conversión apropiados, es posible calcular las dosis recibidas como consecuencia de la presencia de Radón en el aire. En el campo de la radiactividad, la dosis que se mide en mili sievert es la magnitud que tiene en cuenta no solo las características físicas de la radiación que se recibe, sino también el daño biológico derivado de la misma. Estas dosis en la legislación española se cifran en 20 mSv (mili sievert) para trabajadores profesionalmente expuestos y 1 mSv para miembros del público, como criterios de exposición a Radón según la instrucción  IS33 publicada en el BOE 1238 de 21 de diciembre de 2011 que afecta exclusivamente  a trabajadores.

Para las casas ya existentes la Unión Europea recomienda que la concentración media anual de Radón no debe superar los 400 Bq/m3, mientras que para las futuras construcciones este nivel no ha de sobrepasar los 200 Bq/m3, entendiendo estos valores como concentraciones promediadas a lo largo de un periodo de tiempo no inferior a tres meses. Estos valores se verán reducidos a un único criterio de 300 Bq/m3 cuando en febrero de 2018 entre el vigor la nueva Directiva europea “Basic Safety Standards”.

En España, como en el resto de países industrializados, a principios de los años 90 se llevó a cabo una campaña de medida de Radón en viviendas a lo largo de toda la geografía nacional. La campaña fue financiada por la Comunidad Europea, así como por el programa nacional de I+d y el Consejo de Seguridad Nuclear. En el momento presente se dispone de más de 9000 medidas referidas a viviendas en cuadrículas 10×10 km2, y a partir de las mismas se han derivado unas zonas de riesgo que pueden ser consultadas (www.elradon.com), pero sin lugar a dudas el número es insuficiente.