Nº 45 | Texto | Gregorio Ramón Manglano Valcárcel. Departamento de Prehistoria y Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras. UAM. Rosario García Giménez. Departamento de Geología y Geoquímica. Facultad de Ciencias. UAM. Luis Berrocal Rangel. Departamento de Prehistoria y Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras. UAM

Verraco es una escultura zoomorfa de granito con diferente funcionalidad y que se distribuye geográficamente por la mitad oeste de la península Ibérica, principalmente en las provincias de Cáceres, Salamanca, Zamora, Ávila, Toledo y Segovia, y en ciertas regiones del este de Portugal, cuya finalidad, desde hace siglos, ha venido siendo objeto de diversas interpretaciones.

La Segunda Edad del Hierro, en una determinada área de la península Ibérica, se caracteriza por la proliferación de un tipo de manifestaciones escultóricas, en forma de toros o cerdos, que son conocidas vulgarmente como “verracos”. Se trata de un testimonio singular, propio y exclusivo, de una cultura que, en su momento, se extendió por una amplia zona de la Meseta occidental y que se identifica con un pueblo céltico al que los escritores clásicos, en un claro ejercicio de denominación identitaria, dieron el nombre de Vettones (Álvarez-Sanchís, 1999; Sánchez-Moreno, 2000; Almagro Gorbea, 2004; Domínguez Monedero, 2008; Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís, 2008). Se ubicaban, principalmente, en tierras de las provincias de Ávila (Rodríguez Almeida, 2003), Salamanca, Cáceres (González Cordero, 1988) y Toledo (López de Ayala-Álvarez de Toledo, 1959) (figura 1).

No parece que, tan singulares representaciones, hubiesen llegado a ser objeto de atención especial por parte de los historiadores o cronistas que, de la mano de Roma, llegaron a convivir con ellas y escribieron sobre las peculiaridades de los pueblos que habitaban los territorios conquistados. Más bien todo lo contrario; el silencio, no ya sólo de su finalidad o rasgos morfológicos sino también de su propia existencia, es una constante compartida que no ayuda al investigador a desvelar serios interrogantes.

verracos_01Un primer problema que se plantea, y ello, en realidad, supone una cuestión francamente dificultosa, es el de la procedencia de las piezas. Hay que tener en cuenta que, con la salvedad de un único ejemplar que no ha sido removido de su ubicación original por estar labrado en la roca madre, el resto no se encuentra en su emplazamiento primitivo por haber sido objeto de traslado a otros lugares. La Edad Media y el Renacimiento fueron tiempos especialmente proclives a ver reflejadas, en estas figuras, símbolos de poder, ornato o embellecimiento de palacios, castillos o casas solariegas en el mejor de los casos; en tanto que en muchas otras ocasiones pasaron a convertirse en cimientos de edificios o sillares embutidos en lienzos de murallas, torres o iglesias.

Esta falta de contexto, como ya hemos indicado, no ha contribuido a ayudar, en absoluto, al estudio de estas interesantísimas producciones de origen protohistórico, sino más bien todo lo contrario, puesto que en algunos casos se ha llegado a crear una cierta confusión sobre la esencia y entidad de determinadas poblaciones que tradicionalmente venían entendiéndose de raíces indígenas por la simple y llana razón de su visible abundancia.

Pero retomando como protagonista de este trabajo a las esculturas que nos ocupan, es decir, a los verracos, hemos llegado incluso a echar en falta una definición y, por ello, aun a sabiendas de que pudiera adolecer de rigurosa pulcritud, nos atrevimos, en su momento, a proponer la siguiente:
Esculturas de granito, realizadas principalmente en época prerromana y romana, en áreas de influencia céltica de la Meseta occidental de la península Ibérica, que pretenden representar toros o cerdos”.

Esta definición, que entendemos se ajusta bien a los elementos descriptivos de las esculturas por ser generalista, debe ser matizada con ciertas excepciones:

  • Cierto es que están labradas en granito, pero existen ejemplares, aunque muy pocos, elaborados con otras rocas, tales como calizas o areniscas.
  • La producción de estas piezas se lleva también a cabo en época romana, pero tendrán otro significado y otra morfología que en tiempos anteriores a Roma.
  • Algunas esculturas se encuentran fuera del área que hemos descrito, pero no por ello han de ser excluidas de dicha consideración, al darse en las mismas las connotaciones sustanciales que las tipifican, pudiendo tratarse de un préstamo cultural (figura 2).

verracos2Otra cosa, bien distinta, es la finalidad perseguida cuando fueron esculpidas y ubicadas en sus diferentes emplazamientos. Lamentablemente, como ya hemos apuntado, hoy en día desconocemos la situación exacta de estas representaciones, así como su orientación. Esta circunstancia ha dado lugar a la proliferación de muy variadas teorías que, con el tiempo, fueron depurándose hasta quedar prácticamente reducidas a dos amplias corrientes de interpretación; de una parte las que apostaban por su carácter funerario y, de otra, las que defendían una finalidad delimitadora de terrenos, pastizales o surgencias ordenando, de esta forma, el paisaje rural (Martín Valls, 1974; López Monteagudo, 1989).

En la actualidad, en términos generales, las posturas doctrinales son menos antagónicas y se viene admitiendo una doble finalidad diacrónica:

verracos_03En un primer momento, los verracos cumplieron una función delimitadora de los recursos agropecuarios, sirviendo como hitos o mojones de áreas de pastos y de surgencias, delimitando con su presencia la propiedad de esta clase de territorios. Esa misma función es la que, poco después, llevarían a cabo al ser emplazados en las proximidades de castros u óppida desempeñando, de este modo, una cierta función apotropáica (figura 3).

La llegada de Roma supuso un antes y un después en la ordenación del territorio y en los diferentes modos de ostentar la propiedad. El nuevo orden establecido vendría a alterar los antiguos esquemas de asignación de recursos, por lo que ya no habría lugar al mantenimiento de este tipo de elementos de delimitación. Las esculturas no desaparecerían. Es más, se seguirían produciendo, pero ahora iban a adquirir otra dimensión; la de monumentos funerarios y, para ello, otras piezas preexistentes a la llegada de los nuevos colonizadores también serían reutilizadas con la misma finalidad. Además, el practicismo de Roma iba a simplificarlas, tanto en su tamaño como en sus formas. A partir de entonces serían más reducidas, menos naturalistas y más esquemáticas.

La antigüedad tardía vino a poner punto final a la ya exigua producción de estas representaciones, siendo también ignoradas durante los siglos venideros por visigodos e islámicos y sólo cuando la Edad Media se aproximaba a su atardecer y se vislumbraban los albores del Renacimiento, es cuando algunas de estas piezas comienzan a ser recogidas en textos jurídicos como el Fuero de Salamanca o en tratados de historia como el escrito, un siglo después, por el capellán de la reina Isabel la Católica, Diego Rodríguez de Almella (figura 4). Con posterioridad, otros autores como Lope de Vega y Cervantes irán haciendo alusión a estas esculturas magnificando su antigüedad y sus proporciones descomunales. Con la excepción de algún paréntesis cronológico, desde entonces los verracos han venido siendo estudiados por historiadores, narrados por escritores e incluso exaltados por poetas hasta nuestros días en los que se les viene dedicando especial atención.

Como antes hemos indicado, uno de los principales obstáculos con que tropieza el investigador es el desconocimiento de la procedencia, y ello acontece, en mayor medida, en aquellos núcleos de población que carecen en su entorno de yacimientos coetáneos que vengan a justificar su presencia. De ahí que, movidos por el ánimo de dar un primer paso en el sentido de buscar sus más primitivos orígenes, es por lo que se acometió la tarea de conseguir unas muestras representativas para tratar de averiguar su composición geoquímica y poder contrastarlas con la de otros patrones comparativos, sacados de afloramientos razonablemente próximos en la distancia. Ello permitiría su análisis, su puesta en comparación y determinar coincidencia o no, a tenor de los resultados obtenidos.

Logradas las preceptivas autorizaciones administrativas por parte de las direcciones de Patrimonio de las juntas de Castilla-La Mancha, Castilla y León y Extremadura, se inició la labor de extracciones en las esculturas hasta llegar a obtener un total de 105 muestras, que fueron contrastadas con patrones de diversos afloramientos.

Estudio geoquímico de los verracos y sus patrones

En el estudio litológico se ha seguido estableciendo una serie de parámetros que servirán como descriptivos del verraco y que posteriormente se utilizarán para comparar el material lítico con patrones seleccionados en los que las variables de medida son las mismas (Manglano Valcárcel, 2013).

Se debe considerar que las discrepancias que, en algunas ocasiones, puedan ocurrir están relacionadas con la sesgada toma de muestras en los verracos, ya que dada la escasa cantidad de la que se ha dispuesto, el análisis podría estar condicionado por el punto en la superficie de la escultura del que se ha extraído la toma. La zona de menor daño sería la interior de la peana pero dado su emplazamiento es imposible acceder a ella; por esta razón se ha tomado la muestra de las zonas que los facultativos de los museos han señalado y que desde luego corresponde, en su gran mayoría, con muestras superficiales condicionadas a agentes climatológicos y, por ende, alteradas química y mecánicamente, además de presentar una gran contaminación antrópica lo que lleva a encontrar contenidos anómalos de fósforo, por ejemplo. Esta circunstancia no ocurre en las muestras de contraste de las que se dispone de cantidad suficiente para homogeneizar la toma (figura 5).

verracos_04Se ha procedido a caracterizar las muestras mediante dos tipos de análisis: el mineralógico (petrográfico y por difracción de rayos X) y el químico.

El análisis petrográfico se ha realizado previa elaboración de la lámina delgada para la observación en microscopio petrográfico ORTO PLAN POL ZEISS. Por su parte, el análisis mineralógico semicuantitativo se ha efectuado mediante difractómetro SIEMENS D-5000. Los espectros de polvo desorientado se han registrado desde 5 a 60 grados con una velocidad de barrido de 2 grados por minuto. El tubo generador de rayos X utiliza como cátodo un filamento de volframio y como ánodo una placa de cobre (CuKα). La intensidad de corriente y voltaje aplicados al tubo generador de rayos X ha sido de 30 mA y 40 Kv y las rendijas de divergencia y recepción de 1 y 0,18 grados, respectivamente

Por último, el análisis químico semicuantitativo, previa puesta en solución por vía húmeda, requiere de la utilización de ácido fluorhídrico, el disgregante más adecuado para la destrucción de la sílice, por volatilización como tetrafluoruro de silicio. Este ataque es necesario realizarlo en presencia de ácido sulfúrico concentrado, tanto para completar la reacción, al fijar el agua formada en ella, con lo que se evita la hidrólisis que daría lugar a la formación de ácidos silícico y fluosilícico, como para descomponer los fluoruros que pudieran generarse. Luego, la muestra, una vez llevada a sequedad, se pone nuevamente en solución mediante ácido clorhídrico para su determinación por Espectrometría de Masas con Plasma de Acoplamiento Inductivo (ICP/MS). El espectrómetro empleado ha sido ICP-MS Elan 6000 Perkin Elmer Sciex con autosampler AS91.

De los 105 análisis de verracos realizados con sus correspondientes patrones se han extraído los comentarios de cuatro verracos que se pueden considerar como modelos:

  • El verraco custodiado en el Museo de Ávila (inventario 05/48/2), tiene color Munsell en muestra molida 5 YR 7/2 gris rosado. Después de realizarle un análisis mineralógico por difracción de rayos X, se permite cuantificar la microclina en concentración casi doble que la de oligoclasa como feldespatos; junto a ellos, la mica biotita está en elevada cantidad y hay escasa moscovita y cuarzo, en muy baja concentración (6%), lo que podía hacer que la muestra pudiera ser considerada como cuarzosienita biotítica; no obstante, siguiendo los criterios establecidos, su clasificación es la de sienogranito biotítico. La lámina delgada permite la observación de una roca granítica de fábrica isótropa con cristales euhédricos de cuarzo, feldespatos y biotita. Lo más característico es la aparición de feldespatos alcalinos y alcalinotérreos de tamaño centimétrico y cristales anhedrales de cuarzo, a menudo en agregados policristalinos, con extinción ondulante. Por su parte, la plagioclasa se reconoce en cristales anhedrales y fenocristales, algunos seritizados. Los cristales presentan corrosión en los extremos. Se identifican cristales de biotita laminar con abundantes inclusiones de circón, algunos con halos pleocroicos y con fuerte pleocroísmo de castaño a verdoso. Como minerales accesorios se han reconocido escasos minerales opacos y alguna turmalina (figura 6 a).
    La composición química tiene, como es habitual en este tipo de muestras, óxidos de elementos alcalinos altos y elevada alúmina y óxido de hierro, lo que va en detrimento de la composición química de la sílice. Los elementos traza con concentración superior a 10 ppm son litio, vanadio, cromo, cinc, galio, neodimio y plomo.
    De todos los patrones disponibles se ha seleccionado como más adecuado para fijar el contraste de esta muestra la relativa a Aldeavieja (50º 44 743N/004º 27 639O) en muestra tomada en los aledaños de la ermita museo de la misma localidad.
  • El verraco de Lara de los Infantes del Museo de Burgos (inventario 352) es el único que presenta una litología diferente. Su color Munsell en muestra molida es 5 YR 8/1 blanco, con una composición mineralógica de calcita con un reducido porcentaje de cuarzo, composición que se refleja en el análisis químico donde es la cal, el óxido mayoritario, además de una mínima cantidad de óxido de sodio y sílice. En cuanto a los oligoelementos aparecen vanadio, cromo, estroncio y plomo. La observación con microscopio petrográfico permite la identificación de numerosos fósiles que acompañan a los componentes carbonatados (figura 6 b). En algunos puntos, la continuidad del material no es buena debido a la existencia de fósiles que se sueltan, ya que la unión entre calcita y silicatos no es total. Se puede considerar como una biomicrita.
    Como patrón coincidente se ha dispuesto de una muestra tomada en el Cerro del Castillo en Lara de los Infantes (42º 07 358N/ 003º 27 293 O).
  • El denominado tronco de Botija (Cáceres) se encuentra depositado en el Museo de Cáceres (inventario D 7202). Tiene color Munsell 5 YR 8/1 blanco, con una elevada concentración de cuarzo y de oligoclasa, además de micas, biotita y moscovita lo que le hace calificar como monzogranito. En lámina delgada corresponde con una roca granítica de fábrica isótropa con cristales euhédricos de feldespatos, oligoclasa y microclina, con biotita y escasa moscovita. Los feldespatos son de tamaño centimétrico y se encuentran seritizados; también se observan cristales microscópicos de cuarzo, a menudo en agregados policristalinos, con extinción ondulante, y cristales de biotita laminar muy desflecados con inclusiones de circón. Como minerales accesorios se han reconocido minerales opacos, posiblemente ilmenita y magnetita (figura 6 c). Desde el punto de vista químico se puede decir que contiene concentraciones medias de óxidos alcalinos y mucha sílice. En los elementos traza destacan litio, vanadio, cromo, níquel y cinc.
    El patrón coincidente es el de Montánchez (39º 13 521N/006º 10 085O).
  • Por último, el verraco procedente de Muelas del Pan (Zamora) está ubicado en el Museo de Zamora (inventario 85/11/15). Tiene color Munsell en muestra molida, 10 YR 8/1 blanco. Presenta una composición mineralógica por difracción de rayos X consistente en microclina como único feldespato, además de ópalo CT, cuarzo, biotita y moscovita, lo que hace pensar en que se trata de un sienogranito biotítico. La lámina delgada refleja las composiciones mencionadas anteriormente (figura 6 d). La composición química de los elementos mayoritarios indica la presencia mayoritaria de óxidos de potasio, con concentraciones muy bajas para el resto de componentes, excepto la sílice. Los oligoelementos que superan el umbral de 10 ppm son sólo litio y plomo.
    De las muestras de contraste utilizadas coincide con una de las estelas que el Museo de Zamora ha proporcionado: la Estela Muelas 206 (Muelas del Pan 97-1: estela Museo Zamora 93/25/6/2/206).

verracos_05Conclusiones

La ubicación actual de los verracos no coincide, en la mayoría de los casos, con el lugar de su fabricación, están descontextualizados. No obstante, el estudio arqueológico de sus paisajes de aparición histórica así como rasgos singulares entre los que se cuentan inscripciones tardías de época romana, a veces reaprovechando la escultura, permite proponer con coherencia que las diferentes funciones que cumplieron cambiaron dependiendo de la época, pasando de ser determinantes de un paisaje indígena a tener carácter votivo en época plenamente romana, siempre representando toros o suidos.

La roca granítica es, en la casi totalidad de los ejemplares estudiados, el material lítico base (sienogranito o monzogranito). A partir de éste se han realizado pruebas geoquímicas cruzadas con las posibles canteras que han permitido establecer la procedencia del 80 por ciento de los verracos estudiados, mediante el contraste y la labor de campo de patrones.

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