El pasado viernes 26 de septiembre nos dejó repentinamente Elena Villagrasa (1965), geóloga, directora del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Tras la jornada de trabajo, se retiró a descansar un rato, en Escalona, antes de participar en la cena de jubilación de un Agente de protección de la Naturaleza. Ya no acudió, un ictus se la llevó.

Elena era natural de Bujaraloz (Zaragoza), un pueblo situado en plena estepa aragonesa. En un artículo publicado en el Diario del Altoaragón, relataba su alegre niñez, jugando en la calle, y la vida familiar, compartida con sus abuelos. El bachillerato lo cursó en Caspe y luego se trasladó a Zaragoza, donde estudió Ciencias geológicas. Posteriormente realizó el postgrado en Hidrología subterránea, en Barcelona.

Empezó trabajando como hidrogeóloga en Mallorca, y en cuanto pudo se volvió para Aragón. Durante ocho años colaboró, como asistencia técnica, con la Oficina de Planificación Hidrológica de la Confederación Hidrográfica del Ebro, elaborando, sobre todo, informes de concesiones de aguas subterráneas. Todos la recuerdan como una mujer sencilla, práctica y afectuosa.

En 2001 aprobó las oposiciones a la Escala de técnicos facultativos superiores de Organismos autónomos, del Ministerio de Medio Ambiente. El destino más cercano que había era en el Parque Nacional de Ordesa, en Huesca, y para allá se fue en 2002, trasladándose con su familia: Javier, su marido, y sus hijos, Martín e Irene.

En el parque fue jefa del equipo de conservación, dirigió numerosos estudios científicos, organizó jornadas, coordinó publicaciones y atendió las relaciones internacionales. Al transferirse el parque a Aragón, pasó a ser funcionaria autonómica. En su trayectoria es importante destacar su trabajo, en 2018, con motivo del centenario del espacio protegido.

En 2020 fue nombrada directora del parque: era la primera mujer en ocupar ese puesto, y la primera geóloga en dirigir un parque nacional en España. Sin duda, su formación influyó, pero sobre todo pesó su forma de ser, conciliadora y atenta con todos. Hablaba muy bien de su gente, los valoraba, intentaba ayudar, escuchaba y se comprometía.

En un difícil cargo en el que hay que conciliar muchos intereses, entre conservación y desarrollo local, entre investigación y gestión, entre diferentes ayuntamientos, el actual director general de Medio natural la ha calificado como una persona que no tenía enemigos.

En un parque nacional tan geológico, máximo representante de la alta montaña calcárea en España, con increíbles manifestaciones kársticas, Elena era feliz. En una entrevista dijo que para ella era un honor y un privilegio trabajar en Ordesa, porque dedicaba su tiempo y su esfuerzo a una causa muy noble.

Muchos medios de comunicación se han hecho eco de su fallecimiento, y no es para menos. Elena era una persona muy querida en el ámbito del Parque Nacional, en Aragón y en el mundo del Medio Ambiente. Seguramente no dejaba a nadie con la boca abierta, tenía otras cualidades que no siempre se aprecian. Vamos a echar mucho de menos su delicadeza a la hora de proponer, su capacidad de trabajo, su constancia, y su sonrisa.

Sería muy justo que el nuevo centro de visitantes que el parque inaugurará en unos meses en Escalona, y por el que tanto luchó Elena, llevara su nombre.

Javier San Román Saldaña, colegiado nº 2627

Delegación de Aragón