Autor: Jesús Martínez Frías | Según avanzan las geociencias y el conocimiento de nuestro entorno, también vamos siendo conscientes de la existencia de nuevos riesgos naturales, que antiguamente pasaban desapercibidos. Este es el caso de los riesgos astrogeológicos asociados con los impactos de grandes (y no tan grandes) objetos contra nuestro planeta. No hay más que observar la Luna para comprobar cómo estos impactos han acribillado nuestro satélite generando grandes cuencas de impacto que han quedado “fosilizadas” en su superficie.

La Tierra, al igual que el resto de los planetas y lunas de nuestro sistema solar, también ha sido afectada por estas colisiones. Ha sido gracias al estudio de nuestro registro geológico que hemos sido capaces de identificar más de 180 grandes estructuras de impacto (algunas de ellas de más de 100 km de diámetro), que están perfectamente registradas y descritas en la prestigiosa base de datos de la Universidad de New Brunswick (Canadá). Esta base de datos está considerada, hasta el momento, como la de mayor rigurosidad científica entre la comunidad de expertos en estas temáticas, ya que incorpora únicamente aquellas estructuras originadas clara e inequívocamente de manera impactogénica.

Estos estudios astrogeológicos se nutren de manera multidisciplinar y en un necesario mestizaje científico y tecnológico, de las magníficas y necesarias investigaciones más ligadas a la astronomía y astrofísica acerca de los objetos potencialmente peligrosos.  Más información sobre estos NEOs puede encontrarse aquí. Ahora sabemos que existen millones de ellos y que precisamente los más peligrosos son precisamente los de pequeño tamaño, de entre unas pocas decenas y cientos de metros, ya que, a pesar de la intensa red de monitorización existente, son los más difícilmente localizables y los que representan un riesgo de impacto mucho mayor por su mayor. Aunque las escalas de riesgo potencial no son homologables entre terremotos y este tipo de colisiones, podría decirse que la Escala de Turín representa, de alguna manera y salvando las distancias, un esquema similar.

Recientemente, hemos sido testigos a través del denominado evento de Cheliabinsk de que el riesgo es real y que, por distintas razones, incluso de tipo geoestratégico y relacionadas con la seguridad, es extremadamente importante ser consciente de la importancia de estudiar y monitorizar este tipo de eventos que constituyen un riesgo natural de tipo astrogeológico cuya investigación debería también tener un reflejo en los programas académicos de las universidades.