Impresiona contemplar la intensidad de las últimas borrascas que han asolado el litoral cantábrico y el sur de Inglaterra. De repente es como si hubiéramos descubierto que los temporales marítimos son un riesgo natural que involucra a millones de personas.

Pero no siempre fue así. El hombre ha evitado históricamente la ocupación del litoral.Durante miles de años ocupó zonas cercanas al mar pero nunca invadió los manglares ni las playas, ni mucho menos transformó la franja litoral mediante la creación de nuevas infraestructuras que inciden en la dinámica marina.

El hombre antiguo conocía los peligros concretos, aquellos que vienen de la mano de la naturaleza, de la hambruna o de la guerra. Pero el hombre moderno perdió la noción del peligro. En nuestro afán por transformar el mundo a conveniencia hemos creado un mundo ficticio gobernado por la incertidumbre. Los peligros ya no son concretos sino difusos y el diagnóstico no es simple sino complejo. No hay respuestas sencillas. No podemos luchar contra el mar con las estrategias que utilizábamos hasta ahora.

Desde los años ochenta, la prevención y la sostenibilidad han sido el santo y seña tanto de científicos como de activistas ambientales. La prevención trata de evitar el riesgo y la sostenibilidad nos enseña a vivir con nuestros medios. Ambos principios constituyen un objetivo aparentemente loable, pero son insuficientes en momentos inciertos. ¿Cómo podemos vivir adecuadamente en un mundo que está cambiando rápida e inesperadamente?

Todavía no sabemos si las intensas borrascas atlánticas aumentarán en el futuro. Pero yasabemos que la ocupación desordenada del territorio litoral o la creación de obras y actuaciones sin una visión geológica integradora de los diferentes elementos que inciden en el litoral, tienen consecuencias muy negativas.

Necesitamos de nuevos paradigmas en la gestión de los riesgos naturales. Hasta ahora hemos usado enfoques inherentemente estáticos, presuponiendo que la ciencia y la ingeniería podrían mantenernos en equilibrio con la naturaleza. Nos equivocamos. Los temporales marítimos, al igual que otros muchos fenómenos naturales, suponen un problema de gran calado económico y social.