La nueva dimensión de las catástrofes naturales

La seguridad de las infraestructuras y servicios críticos así como el sistema económico pueden resultar afectados por riesgos geológicos.

0
3739

55a3d8fa4ea4a1109bd7127465da95f3Todavía recordamos el efecto del volcán Eyjafjallajökull (Islandia) en abril de 2010. Las nubes de cenizas emitidas durante esta erupción se esparcieron por casi todo el continente europeo. Durante varios días, el tráfico aéreo resultó gravemente perturbado, ya que la entrada de partículas en las turbinas podía bloquear los motores de las aeronaves. Miles de vuelos tuvieron que ser cancelados. Esta erupción volcánica es uno de los mejores ejemplos para poner de relieve el impacto de los peligros geológicos sobre infraestructuras y servicios esenciales para la sociedad.

Hace pocos días, un fuerte terremoto de magnitud 9.0 en la escala de Richter, ocurrido a 130 kilómetros al este de Honshu (Japón), y el posterior tsunami que devastó la costa oriental de la isla, impulsó la mayor emergencia nuclear acaecida en el mundo desde el accidente de Chernobyl (Ucrania). Varios reactores de la central nuclear de Fukushima resultaron gravemente afectados. Otras infraestructuras críticas, como las terminales portuarias, las redes de energía, las comunicaciones terrestres y el suministro de agua, sufrieron una destrucción severa. Es indudable, que los efectos de la crisis humanitaria se han amplificado a consecuencia de estos impactos.

Nos encontramos ante un cambio de paradigma en la consideración de las catástrofes naturales. Fenómenos geológicos como terremotos, tsunamis o volcanes, actúan como drivers, modelando los riesgos socioeconómicos y las amenazas a las infraestructuras críticas. Ya no hay catástrofes naturales sino catástrofes complejas de dimensiones múltiples. En la actual catástrofe de Japón se muestra una secuencia clara en este sentido.

FICHAS DE DOMINÓ. El movimiento sísmico generado por la interacción entre la placa tectónica del Pacífico y la parte «asiática» de la placa Norteamericana, actúa como el dedo que empuja la primera ficha de dominó de una larga fila, en donde las demás fichas se van desplomando en cascada. Cada una de estas fichas simbólicas representa los fallos que se derivan de la fragilidad de nuestra sociedad: puentes destruidos, vías de comunicación cortadas, interrupciones en el suministro eléctrico y de agua, escombros que bloquean la llegada de los equipos de socorro, etc.

La dimensión más trágica es, sin duda, de carácter humanitario, con miles de muertos y desaparecidos, con multitud de heridos y de desplazados. Pero también hay que considerar la dimensión económica de la catástrofe o la dimensión ambiental. Una parte del aparato productivo se ha destruido y se acumulan daños cuantiosos en los sectores de la edificación, infraestructuras públicas y medio ambiente. Japón se ha empobrecido.

El terremoto de Japón pone de relieve una paradoja. Los mismos elementos que han contribuido a crear una economía eficiente y exitosa también han intensificado la dimensión de la catástrofe.

La escasez de recursos energéticos en Japón condujo a que este país se inclinase por la dependencia hacia la energía nuclear. Existen más de 50 plantas nucleares que suministran casi el 30 por ciento de la producción energética del país. Como otras infraestructuras críticas, estas centrales han sido construidas con capacidad para soportar el impacto de los fuertes terremotos que se producen en la región. Sin embargo, la central nuclear de Fukushima no pudo afrontar el impacto del tsunamique se produjo a consecuencia del terremoto principal del 11 de marzo.

Como consecuencia, la inundación derivada de este tsunami provocó la interrupción de los sistemas de refrigeración en varios reactores de la planta afectada y en las piscinas de combustible nuclear. Su toma de agua para el circuito de refrigeración quedó inutilizada por el tsunami. A consecuencia de la falta de refrigeración se produjeron daños graves en los sistemas de contención y vertidos accidentales de productos radiactivos al exterior.

Infraestructuras críticas. El aumento de las catástrofes que se producen en el mundo actual, es atribuido al crecimiento de la población y a la exposición de elementos vulnerables en zonas de peligrosidad; esto hace que el riesgo aumente. Por ello, es fundamental la consideración y contemplación de los peligros naturales en la planificación urbana o en el emplazamiento de infraestructuras críticas. La mejor forma de prevenir el riesgo es procurando no ocupar las zonas donde se manifiestan terremotos, inundaciones, volcanes, tsunamis y otros peligros geológicos.

La primera tarea, por lo tanto, es realizar unas buenas cartografías de peligrosidad y de riesgo. Hoy disponemos del conocimiento preciso para determinar dónde y cómo se van a producir fenómenos geológicos peligrosos; es decir, podemos pronosticar pero no predecir algunos, como los terremotos. Es necesario incorporar estos conocimientos en los instrumentos de ordenación territorial y de planificación urbana. Dicha labor es especialmente importante en el caso de aquellas infraestructuras críticas que son imprescindibles para asegurar el funcionamiento de la sociedad actual.

En caso de interrupción o daño en estas infraestructuras puede producirse una grave repercusión en la salud, la seguridad o el bienestar económico de los ciudadanos. Constituyen infraestructuras críticas, por ejemplo, las centrales y redes de energía, las tecnologías de la información, las redes de transportes y las instalaciones esenciales de los sectores sanitario, hídrico o financiero.

La protección de infraestructuras críticas no debería ser únicamente reactiva, sino especialmente, preventiva y anticipatoria. Por ello, en el caso de emplazamientos ya consolidados y expuestos a riesgos naturales se deben revisar los análisis de riesgos, incorporando y mejorando el conocimiento sobre procesos de peligrosidad geológica que ha ido surgiendo en los últimos años. Por ejemplo, se deben incorporar en el análisis los nuevos estudios sobre tectónica reciente, que permiten conocer el funcionamiento de fallas activas con períodos de retorno más amplios que los considerados en los estudios convencionales. Este conocimiento, conocido como paleosismicidad, está basado en la búsqueda de evidencias de fuertes terremotos en el registro geológico o arqueológico.

Implicaciones económicas. La Geología también puede aportar una ventaja competitiva en el proceso de zonificación de los riesgos naturales en España. Hace cinco años, el Colegio Oficial de Geólogos de España promovió a través del Congreso Nacional de Medio Ambiente (Conama) un grupo de trabajo para analizar las implicaciones económicas y sociales de los riesgos naturales. Dos años después, este grupo examinó los avances técnicos en materia de cartografía de riesgo. Entre las aportaciones más novedosas presentadas se destacó la influencia de las actividades antrópicas en la cartografía de riesgos de inundación, y el análisis de las principales zonas de generación de tsunamis en España: sureste del cabo de San Vicente y golfo de Cádiz, mar de Alborán y norte de la república Argelia. En las costas del golfo de Cádiz es donde mayores tsunamis pueden producirse. El terremoto de 1755, conocido como el terremoto de Lisboa, es un ejemplo de este tipo. Se ha calculado que tuvo una magnitud muy elevada, en torno a 8.4 en la escala de Richter. En el mar de Alborán y norte de África las fallas de generación de tsunamis son de menor tamaño, por lo que no es probable que se produzcan terremotos de magnitud tan alta. En todo caso, y debido al contexto geodinámico específico de la península Ibérica, el riesgo sísmico en España es moderado en comparación con otras zonas del mundo.

El Colegio Oficial de Geólogos también ha contribuido a promover la realización de análisis sobre seguridad geológica en el campo de las infraestructuras críticas. Por ejemplo, en el año 2007, varios expertos independientes de gran prestigio realizaron un dictamen técnico para el Ministerio de Medio Ambiente, sobre la seguridad frente a riesgos geológicos de la presa de Itoiz, en Navarra.

Hacia un nuevo enfoque en la gestión de los riesgos naturales

La frontera que separaba los riesgos naturales de otras amenazas tecnológicas, sociales o económicas se ha difuminado. Urge avanzar hacia nuevos enfoques e identificar nuevas líneas de respuesta para hacer frente a las catástrofes. Probablemente, en un futuro próximo, las políticas de prevención de riesgos naturales van a exigir una mayor integración de esfuerzos, en donde la Geología podría adquirir un papel más relevante. En este sentido, es imprescindible que el conocimiento científico en el ámbito de los riesgos geológicos fluya con mayor eficiencia hacia la sociedad y hacia los responsables de la toma de decisiones.

Es previsible que la planificación del emplazamiento de infraestructuras críticas y su protección constituya una de las prioridades de los responsables públicos. En los últimos años, el Gobierno ha impulsado dos importantes actuaciones en el ámbito de la protección. La primera, ha sido la elaboración de un plan nacional de protección de infraestructuras críticas y la creación de un catálogo nacional de infraestructuras estratégicas. La segunda actuación ha sido el establecimiento de un centro nacional para la protección de las infraestructuras críticas, adscrito a la Secretaría de Estado de Seguridad, como órgano director y coordinador de estas actividades.

Además, el Consejo de Ministros aprobó en noviembre del pasado año la remisión a las Cortes Generales de un proyecto de ley por el que se establecen medidas para la protección de infraestructuras críticas. En el último Consejo de Ministros, del pasado 18 de marzo, el Ejecutivo acordó la urgente tramitación parlamentaria en el Senado de este proyecto, que ya ha recibido la aprobación del Congreso de los Diputados.

Lecciones del terremoto de Japón. El avance tecnológico y la creación de infraestructuras modernas conllevan un progreso innegable para la humanidad, pero también a su vez plantea importantes desafíos. Dado que el riesgo cero no existe, es necesario desarrollar mecanismos para convivir con los riesgos. La sociedad debe decidir cuáles son los niveles de riesgo tolerable que esté dispuesta a aceptar. Por ello, es imprescindible que los geólogos y otros geocientíficos contribuyan en el proceso de transferencia de información desde el ámbito científico hacia los niveles político, institucional y social. Las consecuencias del terremoto de Japón han sido una fuente de lecciones aprendidas. Quizá, la primera de estas enseñanzas es la evidencia de que las catástrofes ya no son «naturales». La modernidad oscurece las vulnerabilidades inherentes a las economías y a las sociedades complejas, fruto de un mundo cada vez más interconectado e interdependiente. Las catástrofes no solo afectan a los países pobres. También golpean a los países desarrollados, aunque lo hagan de otra forma.

La actuación de la sociedad japonesa frente al terremoto muestra el lado positivo ante un escenario de incertidumbre. Después de la devastación ha surgido un pueblo cooperativo, con arraigada capacidad de resistencia y con un afán de aprender de los errores y volver a construir una sociedad de prosperidad.